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Revista Crítica de Ciências Sociais

versão On-line ISSN 2182-7435

Revista Crítica de Ciências Sociais  no.122 Coimbra set. 2020

 

REVISÕES CRÍTICAS

Reflexiones sobre el libro de Luzzi, Mariana; Wilkis, Ariel (2019), El dólar. Historia de una moneda argentina (1930-2019)

 

Ignacio Rossi

https://orcid.org/0000-0003-3870-1630

Instituto del Desarrollo Humano, Universidad Nacional de General Sarmiento Pringles 922, C1183 AER, Buenos Aires, Argentina ignacio.a.rossi@outlook.com

 

El dólar. Historia de una moneda argentina (1930-2019)

Mariana Luzzi, Ariel Wilkis

Luzzi, Mariana; Wilkis, Ariel (2019), El dólar. Historia de una moneda argentina (1930-2019). Buenos Aires: Crítica, 334 pp.

 

A grandes rasgos, aunque un poco arbitrariamente, podemos decir que la sociología económica y las investigaciones afines en Argentina se han centrado en los estudios sobre élites y los cambios estructurales en el sistema económico, por lo que cabe mencionar al menos tres líneas de estudios en ese sentido. En primer lugar, una perspectiva relacionada con la historia económica y la economía política que pone el énfasis en los cambios de los patrones de acumulación de los diferentes modelos económicos y las fracciones del capital concentrado que lo han venido detentando (Azpiazu et al., 1989; Basualdo, 2006). En segundo lugar, se encuentran los análisis corporativistas que se enfocan en las prácticas y formas de organización de las corporaciones empresariales trascendiendo las visiones clasistas para propiciar el estudio de otros factores como las intervenciones discursivas del espacio público (Palomino, 1988; Barsky, 2013; Lázzaro, 2015), incluyendo variables político-ideológicas (Martínez Nogueira, 1988; Acuña, 1995). Por último, cabe mencionar una tercera línea que aborda los vínculos específicos entre el Estado y las corporaciones con una perspectiva neoweberiana, es decir, relevando los valores y formas de socialización de las clases dirigentes (Viguera, 2000; Sidicaro, 2003; Beltrán, 2006) y los recientes estudios provenientes de la sociología económica (Castellani, 2009; Heredia, 2015) que han indagado en la combinación de elementos estructurales, institucionales, ideológicos y discursivos de las líneas de estudio descritas para analizar las relaciones entre organizaciones empresariales, Estado y élites a fin de entender los espacios privilegiados de acumulación en las estructuras de dominación política. 

La sociología económica propone el abordaje de los objetos económicos desde diferentes perspectivas y categorías negando la automatización de los sistemas económicos y destacando el plano cultural, político y social de los mismos. Así, el tema central que ocupa a los autores de este libro se ubica entre las interpretaciones que desde hace unos años resaltan la importancia de la divisa estadounidense en la economía argentina. Entre estas se pueden mencionar las que pusieron el foco en la inflación, el origen, sus causas y los problemas contemporáneos que genera en el sistema económico argentino (Rapoport, 2011; Chelala, 2014; Giarrizzo, 2019). Por otra parte, se encuentran los estudios centrados en la predilección por el dólar y la restricción externa en las condiciones estructurales del funcionamiento de la economía argentina (Wainer y Schorr, 2014) y los clásicos debates en torno a los proyectos político económicos opuestos y los problemas de generar un sendero de desarrollo industrial (Diamand, 1972; 1983), rescatado actualmente por otros autores (Kulfas, 2020; Natanson, 2020). Por último, cabe mencionar los estudios que enfatizan la ascendencia y consolidación de la divisa estadounidense como moneda internacional y sus efectos en la economía argentina como expresión del cambio en las relaciones monetarias internacionales desde los acuerdos de Bretton Woods y las crisis internacionales desde los años 1970 (Aglietta y Coudert, 2015).

El libro de Luzzi y Wilkis (2019) puntualmente viene a culminar un conjunto de investigaciones realizadas en los últimos años en el campo de la sociología económica del dinero (Zelizer, 2009, 2011, 2015), especialmente centrada en las prácticas monetarias como partes de un proceso cultural desplegado por vastos sectores de la sociedad. El uso del dinero y el crédito en el mundo popular (Luzzi, 2008, 2010a, 2013; Wilkis y Partenio, 2010; Wilkis, 2013, 2014a, 2014b; Wilkis y Roig, 2015) y las investigaciones más generales sobre la estructura socioeconómica argentina (Del Cueto y Luzzi, 2008; Luzzi, 2010b) llevaron a los investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) a preocuparse por la importancia que el dólar ha ido adquiriendo en las prácticas culturales, especialmente aquellas que involucran a los sectores populares. En este marco, Wilkis y Luzzi vienen a ofrecer una mirada diferente que adopta como categoría principal la “popularización del dólar”. En suma, un proceso que provee a las personas de un arsenal de prácticas monetarias y afectivas para lidiar con el mercado de cambios y los avatares económicos.

La hipótesis principal del libro plantea que la popularización del dólar se consolidó en Argentina gracias a la sedimentación de un proceso de larga duración que puede dividirse en etapas y que articula al mundo institucional financiero y cotidiano. Con esta propuesta los autores entienden que el dólar no solo es un instrumento de cambio, sino una entidad que se redefine en cada contexto histórico para finalmente convertirse en un artefacto cultural que penetró cada vez más amplios actores sociales. Los autores sostienen que desde 1930 la divisa norteamericana comenzó a introducirse en vastos sectores de la sociedad. A las diversas interpretaciones antes señaladas sobre la tendencia de los argentinos a recurrir al dólar, los autores proponen como complemento una mirada cultural que permitiría analizar las diversas mediaciones que consolidaron prácticas monetarias entre las personas y las instituciones financieras para finalmente hacer del dólar una categoría del entendimiento.

El prístino control de cambios desde 1930, frente al abandono del patrón oro por parte de Inglaterra y la devaluación de la libra, hizo que los países situados bajo su órbita de influencia se vieran obligados a tomar medidas interventoras que gestaron, tanto en la prensa como en el humor Gráfico, expresiones que alertaban sobre la fluctuación del dólar. Durante el peronismo y la hegemonía estadounidense en el orden financiero la divisa norteamericana ya era objeto de disputas políticas. Periódicos de alcance nacional como La Prensa, La Nación y Clarín abrieron las discusiones públicas sobre el mercado de cambios y la falta de dólares para contribuir a una embrionaria expresión de popularización.

En los años 1960, con el abrupto salto en la cotización del dólar (de 37,70 a 70 pesos) durante el ascenso a la presidencia de Arturo Frondizi (1958-1962), los desbordes en las casas de cambio de Buenos Aires ocuparon las portadas en una época en que la fotografía aún era un recurso escaso en la prensa gráfica. Además, en aquel entonces irrumpían las pedagógicas voces de los intelectuales de la economía, la asociación del dólar “dólar-lomo” y una creciente práctica de “especulación hormiga” que buscaba ganar rentabilidad en momentos de crisis. En suma, para los autores se trataba de una creciente popularización de la divisa del Norte. 

Ya en los años 1970, el humor televisivo de mayor audiencia mostraba cómo la práctica de comprar monedas extranjeras iba a contracorriente de las devaluaciones y los fallidos esfuerzos por detener el éxodo de divisas, llevando a los medios a presentar al dólar como una de las mejores opciones de inversión. Durante el gobierno de Lanusse (1971-1972), las punitivas normas sobre el mercado de cambios convirtieron en delictivas acciones que anteriormente se consideraban infracciones leves. No obstante, la presencia del dólar en la vida de los argentinos se había vuelto tan importante que en la campaña de 1973 los partidos políticos incorporaron la cuestión del mercado cambiario como insignia principal, agudizada luego con la gran devaluación del “rodrigazo”.

Con la eliminación de los controles y restricciones de la mano del ministro Martínez de Hoz (1976-1981) que buscaban desarticular la “represión financiera”, se ensanchó el sistema financiero pero el problema de la inflación y la instauración de las devaluaciones prefijadas convirtió al dólar en un ancla para las expectativas. En esta etapa, los diarios consultaban coloquialmente a economistas y hombres de negocios, y en 1981 se hizo pública la primera solicitada1 por devolución de ahorros tras una quiebra bancaria que mostró la expresión colectiva de los ahorradores. La popularización del dólar también se expresaba en ambientes más amplios como el mercado futbolístico, las obras de arte, el mundo del espectáculo, etc.

Durante la democracia (1983-1989), la práctica de comprar dólares y el seguimiento de la actualidad económica eran herramientas instaladas. Las columnas económicas en los diarios y noticieros se inauguraron para un público amplio y, después de la inflación que arrasó con el ministro Grinspun (1983-1985), los medios Gráficos y el periodismo reflejaron la preocupación y las posibilidades de inversión: dólar, Bonex, plazo fijo, acciones, etc. Los bancos interpelaban a la ciudadanía, incluso a la tercera edad, mostrando la extensión de las conductas financieras y, tras la solidez monetaria que supuso el Plan Austral, el mercado cambiario siguió ocupando el primer lugar en los medios, el humor Gráfico y la campaña electoral. Finalmente, la hiperinflación de 1989 extendió la dolarización a varios productos y para los años 1990, la psicología del dólar reflejaba en la publicidad los estados de ánimos individuales y colectivos.

En los gobiernos menemistas (1989-1999), la atención por el dólar era tal que los diarios modernizaban la infografía incorporando su actualización cada media hora. La convertibilidad desplazó al dólar desde la prensa hacia los depósitos bancarios y dirigió a los pequeños ahorradores hacia otras prácticas como la adquisición de tarjetas de créditos, préstamos y fondos de inversión. Sin embargo, tras la crisis del 2001 y la apertura del mercado cambiario, las casas de cambio y sus anteriores prácticas volvieron a la escena demostrando que la cultura del dólar era una norma. El corralito y la “marcha de la bronca” contra la retención y el control de los depósitos dolarizados de los pequeños ahorradores fue la contracara de un proceso de movilización que venía gestándose hacía décadas, a consecuencia de la creciente bancarización de las familias.

El ciclo kirchnerista (2003-2015) cuenta con diferentes fases; los primeros años se caracterizan por una combinación de quietud cambiaria, baja dolarización de los depósitos y un mercado informal que casi no aparecía en las noticias. Este último volvió a dar señales de alarma con los controles del ministro Boudou (2009-2011) tras la crisis financiera internacional del 2008 y el peso de los vencimientos de la deuda externa que condicionaban los intentos de reducir la demanda. Las preferencias por el mercado “blue” desataron estrategias para adquirir dólares, tales como la compra de títulos con su posterior liquidación en el exterior, las extracciones de moneda extranjera en cajeros automáticos fuera del país y el encargo a “viajeros” para que recorrieran las casas de cambio internacionalmente. Estas nuevas prácticas se consolidaron y pasaron a formar parte de la popularización del dólar. A pesar de los esfuerzos oficiales, el cepo fue el eje de las noticias junto a libros y aplicaciones que ofrecían la última información practicando una “pedagogía financiera” para que la cuestión del dólar se convirtiera en una “batalla cultural”.

Durante el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019), un inestable mercado de cambios que llevó al dólar a los 40 pesos con la eliminación del cepo cambiario, los fracasos de la alianza Cambiemos al intentar reducir los índices de inflación y la herramienta incesante de alzar las tasas de interés, se combinaron en 2018 con una sequía que redujo severamente el volumen de la cosecha, a lo que se sumó una subida en las tasas de interés estadounidenses. Como resultado, la inevitable fuga de capitales marcó el ritmo y las pruebas futuras de un gobierno que aplicaba una política oficial destinada a contener al dólar con el apoyo del FMI. Así, la palabra dólar, que era la que mayores índices arrojaba en Twitter y Google, marcó minuto a minuto la cultura argentina, reflejando la extensión social de la divisa estadounidense.

En resumen, Luzzi y Wilkis, sostienen que el proceso de popularización convirtió al dólar en una “institución política”, transformándolo en una herramienta cognitiva y simbólica para el desarrollo en contextos económicamente erráticos. A su vez, en amplias capas sociales el dólar otorga cierta autonomía y margen de acción frente al Estado, especialmente a los sectores populares, como se ha subrayado. No obstante, cabe advertir que el concepto de “popularización del dólar”2 al que recurren los autores para construir una narrativa histórica puede tener algunos efectos nocivos. En los últimos capítulos, y naturalmente más cercano al presente, este concepto puede reflejar en alguna medida la voluntad de los sectores populares al recurrir a los altos índices de participación en los nuevos medios de comunicación, especialmente las redes sociales, aunque ofrece dudas sobre cómo identificar esos sectores a través de redes que representan a un espectro social amplísimo. En cuanto al análisis histórico habría que considerar que más allá del corpus de fuentes documentales utilizadas, constituido por noticias, editoriales, artículos, publicidad, avisos clasificados, tiras y viñetas humorísticas, publicaciones periódicas, filmes, obras de teatro, etc., existen serias limitaciones para lograr identificar a qué sectores populares se hace referencia y en qué medidas estos consumen los medios de comunicación señalados según la periodización del libro.

Los historiadores que se proponen estudiar los sectores populares a menudo enfrentan dificultades de este tipo, es decir, las de resolver cuáles son los límites de las fuentes que no son producidas y/o consumidas por los sectores analizados. Así, los primeros capítulos, que se inscriben en un recorrido histórico del dólar, podrían estar forzando un análisis al ver efectivamente a los sectores populares en manifestaciones artísticas y comunicacionales que no reproducen fehacientemente su idiosincrasia. La narrativa para construir una “historia de la popularización” del dólar entraña dificultades que, a la sazón, pueden reflejar un pobre trabajo historioGráfico al no definir qué sectores específicos se están caracterizando.

La propuesta de construir un relato que examine las prácticas económicas de los sectores populares en un ámbito nacional y agregado parece prácticamente imposible, sobre todo en el pasado, debido a la escasez de fuentes que permitan analizar de forma directa su participación social. En todo caso, y a pesar de que las fuentes usadas por los investigadores son variadas, puede ser una alternativa señalar las limitaciones y ajustar las ambiciones de una propuesta metodológica circunscrita a testimonios de bonaerenses y santafesinos, y a medios de alcance nacional. Quizás también podría ser viable hablar antes de popularización, de mediatización, sin negar los importantes antecedentes de la conformación de amplias prácticas culturales en torno al dólar; eso sí, definiendo de qué sector social estamos hablando.

 

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NOTAS

1 Artículo o noticia cuya publicación interesa a un particular y que a petición de este se inserta en un periódico mediante pago.

2 El historiador Gabriel Di Meglio (2013) ha advertido que el concepto de sectores populares incluye en su definición un elemento importante para el análisis: la noción de diferencia social. Sin embargo, a pesar del mérito de poder aglutinar diferentes casos, carece realmente de un elemento unificador para identificar un sujeto independiente del resto de la sociedad con criterios relacionados propios de una condición subordinada.

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