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Revista :Estúdio

versão impressa ISSN 1647-6158

Estúdio vol.6 no.12 Lisboa dez. 2015

 

ARTIGOS ORIGINAIS

ORIGINAL ARTICLES

Yo soy ese: señas de identidad en los autorretratos de Agustín Alegre

I am this one: signs of identity in Agustín Alegre's self-portraits

 

Marta Marco Mallent*

*España, artista plástica (pintura). Doctora en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia. Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Valencia.

AFILIAÇÃO: Profesora de Pintura en el Grado en Bellas Artes de la Universidad de Zaragoza (Departamento de Expresión musical, plástica y corporal, Área de Pintura). Universidad de Zaragoza, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas (FCCSSHH), C/Ciudad Escolar S/N, C.P. 44003, Teruel, España

 

Endereço para correspondência

 

RESUMEN:

En este artículo se analiza parte de la obra del pintor aragonés Agustín Alegre, cuyos autorretratos van más allá de una mera constatación de su fisonomía. En ellos, además de realizar un profundo ejercicio de introspección, hace alusión constante a su profesión de pintor, dando relieve al sujeto artista y sus atributos identificativos. Por otra parte la imagen de sí mismo es utilizada como modelo en composiciones de temática diversa lo cual nos permite constatar cierta tendencia al narcisismo.

Palabras-clave: pintura, autoretrato, identidad.

 

ABSTRACT:

This article analyzes the work of the Aragonese painter Agustin Alegre, whose self-portraits go beyond its appearance. In them, in addition to a deep introspection exercise, he makes constant reference to his profession as a painter, giving relief to the artist and his subject identifying attributes. Moreover, the image of itself is used as a model in compositions on various subjects allowing us to observe a tendency to narcissism.

Keywords: painting, self-portrait, identity.

 

Introducción

Agustín Alegre Monferrer nace en Santa Eulalia del Campo (Teruel) en 1936. Pensionado por la Diputación Provincial de Teruel realiza sus estudios en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. Siendo estudiante obtiene varios premios de pintura y grabado, así como becas para pintar paisaje en Granada y Albarracín. Al terminar sus estudios reside en Italia durante algún tiempo. A su regreso a España se instala en Madrid durante más de diez años y desde comienzos de los 80 se traslada definitivamente a Teruel donde reside actualmente. Expone ininterrumpidamente en galerías nacionales y ocasionalmente en el extranjero. En 1972 recibe la beca "Pintores de África" que concedía el gobierno de España a través de la Dirección General de promoción del Sahara y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. El reconocimiento oficial de su trabajo culmina cuando en 1996 es nombrado Académico Correspondiente de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis de Zaragoza.

Agustín Alegre es un pintor reconocido institucionalmente en el ámbito local y nacional, cuya obra ha sido escasamente estudiada en profundidad, con rigor crítico y científico, por lo que consideramos oportuno hacer este artículo atendiendo, sobre todo, a la calidad de su trabajo y concretamente de sus autorretratos, los cuales ha realizado regularmente a lo largo de su trayectoria profesional y, estudiados en conjunto, constituyen una aportación de interés al tema propuesto: "Identidad".

 

1. El autorretrato como manifestación de identidad.

El tema de la identidad en el arte contemporáneo abarca un amplio espectro de posibilidades interpretativas, en gran medida teñidas de cierto carácter reivindicativo (identidad sexual, cultural, gremial, político-social, etc.) Sin embargo, es un término de gran significación a lo largo de toda la historia del arte, vinculado a la representación de ideales políticos, culturales, sociales y filosóficos, individuales o colectivos. En este contexto general podemos incluir el autorretrato como afirmación de identidad individual.

El autorretrato es el resultado de un proceso de introspección que culmina en la representación de la apariencia física que el artista elige como mejor imagen de lo que es o quiere ser. Esta imagen estará en función de sus aspiraciones tanto vitales como profesionales y responderá a una intención estética, ideológica y moral en relación con la cultura y el momento histórico en el que se desarrolla.

En el conjunto de la producción artística de Agustín Alegre, el autorretrato ocupa un lugar relevante. Retratándose regularmente a lo largo de su vida, además de realizar un profundo ejercicio de introspección ha hecho alusión constante a su profesión de pintor, dando relieve al sujeto artista y sus atributos identificativos. Esta característica propia de muchos autorretratos a lo largo de la historia, tiene una especial relevancia en el contexto actual de las artes, alejadas cada vez más de la práctica pictórica tradicional. La supuesta muerte de la pintura que propugnó el discurso artístico de finales del siglo XX no tuvo influencia alguna sobre artistas como Agustín Alegre, cuya voluntad es expresarse mediante la pintura en su más tradicional concepción, convirtiéndose en su profunda razón de ser, y así lo pone de lo manifiesto con sus autorretratos.

El autorretrato es en cierto modo la versión pictórica de la biografía que el artista hace de si mismo. En ellos escoge lo que quiere contar y lo que quiere ocultar, porque ante todo el autorretrato es un ejercicio de libertad donde el artista elige qué mostrar y cómo. En ellos puede evidenciar su interioridad sin renunciar a la intimidad mediante estrategias muy sutiles tales como una determinada puesta en escena (recordemos la aparición de Velázquez en el cuadro de Las Meninas y todo lo que ello puede llegar a significar: pertenencia a determinado estatus social, reivindicación del oficio, etc.)

En el hecho de autorretratarse hay también un deseo, inconsciente quizá, de perdurabilidad o de inmortalidad (Altuna, 2010). La pintura tiene cualidades inherentes y sobrevive en el marco de una intemporalidad que le es propia, por eso cuando un retrato adquiere la categoría de obra de arte perdura en el tiempo. Hacer arte del retrato supone asegurar esa perdurabilidad. Un retrato puede aspirar simplemente a fijar los rasgos de un individuo en un momento determinado de su existencia, sin embargo, puede no ser una obra de arte y no perdurar. Los mejores retratos no siempre son un reflejo fiel de la fisonomía del individuo sino un compendio de datos proporcionados con diferentes estrategias narrativas que dan muestra de la personalidad del retratado. Desde la técnica o el estilo pictórico hasta el atuendo, la actitud, la mueca o la escenografía (si la hay) nos proporcionan información para conocer al individuo y son a la vez instrumentos utilizados por el artista para la creación. Por tanto, la imagen que el artista pintor nos deja de sí mismo puede estar manipulada para causar determinada reacción en el espectador. Elige constantemente, selecciona y discrimina para ofrecer la imagen que desea, pero, tanto para mostrarse como para ocultarse necesita conocerse bien, tomar conciencia de sí mismo. Veremos cómo Agustín Alegre se representa a sí mismo en ocasiones como un personaje secundario en composiciones de tema diverso, o de forma individual adoptando nuevas personalidades y actitudes, disfrazado o caracterizado, haciendo un ejercicio constante de autoconocimiento.

 

2. La poderosa fuerza del ego.

El hecho de autorretratarse implica cierto grado de narcisismo. El artista que se autorrepresenta intenta por lo general dejar constancia de sus virtudes, bien sean físicas, morales o intelectuales. En general, el pintor que se retrata se verá, "dentro de lo posible, guapo, y si no, gallardo, elegante, viril, o cuanto menos, inteligente" (Gallego,1997: 14). Pero no siempre será autocomplaciente, a veces ejerce la autocrítica mostrando crudamente el paso del tiempo (recordemos los últimos autorretratos de Rembrandt o Goya, que han sido para Agustín Alegre referente fundamental).

Por lo general, los retratos de juventud suelen ser más académicos que los de madurez y la actitud del modelo menos altiva conforme pasan los años, sin embargo, lógicamente son éstos últimos los que poseen mayor calidad.

Agustín Alegre es consciente de ser un joven bien parecido y le place su aspecto. Son varias las pinturas, dibujos y grabados que constatan este hecho. En el dibujo de la Figura 1 "Autorretrato" de 1958, aparece pensativo, sujetándose la barbilla con la mano y dirigiendo una mirada penetrante al espectador. En realidad esa mirada la mantiene consigo mismo ante el espejo.

Como en cualquier autorretrato, el espejo es el cómplice o el enemigo que refleja lo que hay delante objetivamente. El diálogo que el artista mantiene consigo mismo a través del espejo nos dirá mucho de su personalidad; si miente, oculta, disfraza o interpreta se podrá comprobar porque existen otras imágenes del sujeto que no son obra propia: descripciones literarias, fotografía, retratos de otros, o cualquier medio audiovisual en época contemporánea. Así este disfraz significará mucho, adquiriendo importancia por lo que oculta o transforma.

 

 

Agustín Alegre suele ser fiel a la realidad que el espejo le refleja porque como hemos dicho le gusta su aspecto; aún cuando se disfraza, mantiene la veracidad de su fisonomía. En "El hombre que ríe" (Figura 2) la mueca teatral no impide el reconocimiento del modelo. El violento foco de luz cenital que ilumina con fuerte claroscuro su "Autorretrato" del año 1970 (Figura 3) tampoco le desfigura hasta el punto de confundir al espectador, porque Alegre quiere "dar la cara", mostrarse de frente en una actitud algo altiva o desafiante.

 

 

 

Pasan los años y Agustín sigue retratándose guiado por las obras previas de sus referentes principales: el autorretrato de Velázquez en el que muestra tan solo el rostro con una mirada escrutadora y profunda (formato inusual en aquellos tiempos), los autorretratos de Rembrandt, sinceros ante la decrepitud del cuerpo anciano, o los de Goya, expresivos y directos.

Las composiciones de Alegre son habitualmente de fondo neutro y oscuro para no distraer del tema principal que es su figura de tres cuartos, de medio cuerpo o sólo la cabeza. Aparece con atuendos varios que le llaman la atención y que almacena en su estudio: con un casco de turco, con traje de tuno, ataviado de guerrero medieval de las huestes de Diego de Marcilla en el tríptico de "Los amantes de Teruel", o con sus utensilios de pintor, como veremos en el apartado siguiente.

En todos estos autorretratos se percibe cierta tendencia narcisista que el autor no niega. Para conocerse, analizarse, estudiarse o contemplarse, el hecho de mirarse y recrear su fisonomía denota un interés notable por su aspecto y lo que éste puede sugerir al espectador con respecto a su carácter, su condición social, su estatus profesional o su talante ante las cuestiones de la vida. Es un modo de autoafirmación que le es necesario, sobre todo cuando aflora su timidez o flaquea la autoestima en determinadas circunstancias, por ejemplo en un contexto artístico contemporáneo que no le es favorable y en el que necesita ser respetado y reconocido. Por eso, cuando Agustín Alegre está seguro de algo (de sus principios artísticos o su de su propia belleza), se muestra y defiende sus convicciones por medio de la pintura.

 

3. Yo soy pintor

Todos aquellos artistas que desde el Renacimiento toman conciencia de la importancia de su profesión se inmortalizan como pintores en composiciones donde aparecen sus útiles de trabajo (Rembrandt, Vermeer, Chardin, Courbet, Velázquez, Goya, David Hockney, Norman Rockwell..., etc.) Tratan de representar aquello que piensan de si mismos y pretenden afirmar lo que son: pintores, en una narración destinada al público en la que deciden que quieren aparecer pintando, en su lugar de trabajo y con su rostro reconocible.

Autorretratarse orgulloso de su oficio no es frecuente hasta el siglo XIX. Anteriormente solo artistas como Rembrandt, Velázquez o Vermeer (por citar los ejemplos más obvios) son conscientes del valor de su trabajo y del estatus social que han podido alcanzar gracias al mismo. El oficio de pintor es digno cuando la sociedad y los propios pintores toman conciencia de ello. Es entonces cuando sus autorretratos dicen: "Yo soy este y soy pintor"

En los autorretratos pintando (Figura 4) Agustín Alegre destaca, mediante un golpe de luz y color, la cabeza y la mano sosteniendo los pinceles y la paleta, dejando en penumbra todo lo demás. Con este recurso pone su atención en aquello que quiere decir: soy pintor, inteligente, pensante y ejecutor de un arte trascendente, mi oficio ha de ser intelectual y manual.

Las manos son una parte del cuerpo que nos identifica y por la que se nos reconoce. Es curioso que incluso estemos identificados oficialmente mediante nuestra huella dactilar. La mano es, junto al rostro, lo que más dice de nosotros y Agustín Algre las muestra desempeñando un oficio que considera noble y trascendente.

 

 

Conclusión

El autorretrato es un recurso para afirmar la identidad del individuo. Agustín Alegre lo utiliza no solo para perpetuar su imagen sino también para manifestar su credo artístico reivindicando la vigencia y trascendencia de la Pintura mediante un modelo de autorretrato en el que se muestra ejerciendo su profesión con dignidad y orgullo, siguiendo la tradición de sus predecesores más relevantes.

 

Referencias

 

Altuna, Belén (2010) Una historia moral del rostro. Valencia. Pre-textos. ISBN: 978-84-92913-87-9        [ Links ]

Gallego, Julián (1997) "Retratos y autorretratos," en Artistas pintados. Retratos de pintores y escultores del siglo XIX en el Museo del Prado. Barcelona: Ministerio de Educación y Cultura. ISBN: 84-8181-127-0        [ Links ]

 

Artigo completo submetido a 5 de setembro de 2015 e aprovado a 23 de setembro de 2015.

 

Endereço para correspondência

 

Correio eletrónico: mmallent@unizar.es (Marta Marco Mallent*)

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