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Revista Lusófona de Educação

versão impressa ISSN 1645-7250

Rev. Lusófona de Educação  no.26 Lisboa mar. 2014

 

ARTIGOS

Desafíos de la belleza corporal. Valoración y crítica educativa

Challenges of bodily beauty. Rating and educational criticism

Les défis de la beauté physique. Evaluation et critique éducative

Desafios da beleza física. Avaliação e crítica educacional

 

Enrique Gervilla Castillo*

*Catedrático de Teoría e Historia de la Educación Facultad de Ciencias de la Educación Departamento de Pedagogía Universidad de Granada (España)

E-mail: egervill@ugr.es
egervilla@ono.com

 

RESUMEN

La estética en general, y la belleza del cuerpo humano en particular, ha sido un valor tan antiguo como la filosofía, y, en cuanto tal, deseado y deseable por su bondad, si bien, cada momento histórico ha determinado la fuerza de este valor, así como su sentido y características concretas del mismo. En las siguientes páginas pretendemos, mediante la exposición y el razonamiento crítico, justificar el valor de la estética corporal, así como su rechazo, cuando tal belleza conlleva la anulación o minusvaloración de otros valores, imprescindibles para la construcción humana. Para ello, hemos dividido el presente trabajo en cuatro partes, íntimamente relacionadas, acorde con los objetivos indicados. En la primera, nos proponemos clarificar el concepto de belleza, por cuanto la pluralidad semántica del lenguaje educativo dificulta la precisión y comunicación. En la segunda, tratamos de los desafíos de la belleza corporal, su valor y antivalor, pues la estética corporal, valiosa en sí, puede derivar en la deshumanización, cuando su fuerza impide el desarrollo de otros valores. En la tercera, nos ocupamos de la actual cultura del cuerpo, que dada la sobrevaloración corporal, se extiende a todos los sectores de la sociedad. Y finalmente, indicamos los pasos necesarios para educar en el valor de la estética corporal, acorde con la integridad de la persona.

Palabras clave: estética corporal; valores; persona; desafíos; crítica.

 

ABSTRACT

Aesthetics in general, and the beauty of the human body specifically, are values as old as philosophy, and as such, desired and desirable for their goodness, although each historical moment has determined their strength, as well as their meaning and particular characteristics. In the following pages, via explanation and critical reasoning, we attempt to justify the value of body aesthetics and its rejection, when such beauty involves the annulment or the underestimation of other values which are essential for human construction. To do this, we have divided this work into four closely related parts, according to the stated objectives. In the first part, we aim to clarify the concept of beauty, given that the semantic plurality of the educational language makes precision and communication difficult. In the second part, we address the challenges of bodily beauty, its value and antivalue, since bodily aesthetics, albeit valuable in itself, may result in dehumanization, when its strength prevents the development of other values. In the third part, we handle the present culture of the body, which, given the overvaluation of the body, extends to all sectors of society. And finally we indicate the necessary steps to educate in the value of bodily aesthetics, in accordance with the person’s integrity.

Key words: body aesthetics; values; people; challenges; criticism

 

RÉSUMÉ

L’esthétique en général, et la beauté du corps humain en particulier, est une valeur aussi vieille que la philosophie, et, à ce titre, désirée et désirable pour sa bonté, bien que chaque moment historique a déterminé cette valeur, sa signification et ses caractéristiques. Dans les pages qui suivent, nous essayons, à travers l’exposition et la pensée critique, de justifier la valeur de l’esthétique du corps et son rejet, quand celle-ci est accompagnée de la sous-estimation ou de l’annulation d’autres valeurs, qui sont essentiels pour la construction humaine. Pour ce faire, nous avons diviser ce travail en quatre parties, étroitement liées, avec des objectifs fixés. Dans la première partie, nous proposons de clarifier le concept «beauté», étant donné que la pluralité linguistique est la cause de nombreuses difficultés dans la communication. Dans la deuxième partie, on traite les défis de la beauté physique, les aspects positifs et négatifs, étant donné que l’esthétique du corps, une valeur en soi, peut conduire à la déshumanisation, quand sa force empêche le développement d’autres valeurs. Dans la troisième partie, nous nous occupons de la culture actuelle du corps, aujourd´hui surévaluée, qui s’étend à tous les secteurs de la société. Et finalement, on traite les étapes nécessaires pour éduquer la valeur esthétique du corps, par rapport à l’intégrité de la personne.

Mots-clés: esthétique du corps; valeurs; personnes; défis; critiques.

 

RESUMO

A estética global e a beleza do corpo humano em particular têm sido um valor tão antigo quanto a filosofia e, enquanto tal, desejado e desejável pela sua bondade. Porém, cada momento histórico determinou esse valor, significado e as características específicas do mesmo. Neste artigo, tentamos, através da exposição e do pensamento crítico, justificar o valor da estética corporal e da sua rejeição, quando esta é acompanhada da subestimação ou da anulação de outros valores que são essenciais à construção humana. Para isso, dividimos este trabalho em quatro partes, intimamente relacionadas com os objectivos estabelecidos. A primeira propõe se esclarecer o conceito de beleza, uma vez que a pluralidade semântica da linguagem educativa é a causa de numerosas dificuldades da comunicação. A segunda trata os desafios da beleza física, os seus aspetos positivos e negativos porque, a estética corporal, valiosa em si mesma, pode levar à desumanização, quando a sua força impede o desenvolvimento de outros valores. A terceira, lida com a cultura atual do corpo, que, pela sua supervalorização, se estende a todos os setores da sociedade. Finalmente, descrevemos os passos necessários para formar o valor estético do corpo, de acordo com a integridade da pessoa.

Palavras-chave: estética corporal; valores; pessoas; desafios críticos.

 

Introducción

La estética en general, y la belleza del cuerpo humano en particular, han sido valores permanentes a través de la historia de la humanidad, si bien, cada momento histórico ha determinado la fuerza de este valor, así como su sentido y las características concretas del mismo.

Los valores estéticos vienen y van, se ponen de moda y pasan de moda. La moda es algo característico de todo lo estético. Nadie puede elaborar la lista de los valores estéticos. Sólo cabría ofrecer una lista de las grandes áreas o núcleos estéticos alrededor de los cuales nacen y mueren valores estéticos concretos, que aparecen y desaparecen según la moda. Esto es lo típico de la Estética (Méndez, 2010, p. 384).

Hoy la belleza del cuerpo se ha impuesto con gran fuerza sobre otros valores de la persona, quedando estos, a veces, anulados o minusvalorados de tal modo que bien podemos hablar de dictadura o tiranía de la belleza. La obsesión por el cuerpo perfecto es un grave problema para muchos padres e hijos. Nuestra sociedad invita a cultivar más el exterior que la interioridad, el aparentar más que el ser, la belleza externa sobre la interior. Y las virtudes, aunque no son visibles, sí son construibles desde la interioridad. Como ya decía el Principito, “no se ve bien sino con el corazón, pues lo esencial es invisible a los ojos” (Saint-Exupéry, 1981, p. 87).

En las siguientes páginas pretendemos, mediante la exposición y el razonamiento crítico, justificar el valor de la estética corporal, así como el rechazo impositivo de la misma. Para ello, hemos dividido el presente trabajo en cuatro partes, íntimamente relacionadas, acorde con los objetivos propuestos. En la primera, nos proponemos clarificar el concepto de belleza; en la segunda, los desafíos de la belleza corporal, su valor y antivalor; en la tercera, nos ocupamos de la actual cultura del cuerpo; y finalmente, indicamos los pasos necesarios para educar en el valor de la estética corporal.

 

Planteamiento

Tras la indicación de la actualidad e importancia de nuestro trabajo, así como las partes del mismo, pretendemos, bajo el epígrafe de “planteamiento”, enumerar los objetivos que nos proponemos, la justificación de los mismos, y el camino o los medios para alcanzar dichas metas.

Objetivos:

1. En un primer momento, nos proponemos clarificar el concepto de belleza, dada la pluralidad semántica del lenguaje educativo. Ello nos facilita la precisión del lenguaje, el sentido del mismo y, por tanto, la comunicación educativa.

2. En segundo lugar, pretendemos precisar los desafíos de la belleza en cuento valor y antivalor del cuerpo, dado que un mismo valor puede convertirse en antivalor al pretender su imposición dictatorial, anulando el valor jerárquico correspondiente, acorde con la formación integral de la persona.

3. Posteriormente, intentamos mostrar la importancia de la actual cultura del cuerpo humano. Una cultura en la que la estética corporal se encuentra presente, a veces de modo excesivo, en las múltiples manifestaciones culturales: la comida, moda, medios de comunicación, artes, costumbres, criterios laborales, cirugía estética, etc.

4. Y finalmente, como nuestro interés es fundamentalmente educativo, nos proponemos justificar, mediante una valoración crítica, la necesidad de una intervención educativa, acorde con la naturaleza del valor y de la educación integral, orientada a la estética del cuerpo. La educación, caminante inseparable de la persona y de la sociedad, ha de conocer para hacer, saber para criticar, reflexionar, justificar, cambiar, dar respuesta a las preguntas, y posibles soluciones a los problemas del ser humano y de la sociedad, pues una educación “ignorante”, o bien anclada en el pasado, sin pretensión de cambio, de mejora, deja de ser educación eficaz para el hombre de hoy.

Para la consecución de dichos objetivos, nos hemos servido de los medios o caminos adecuados a los mismos: de la exposición, reflexión y crítica, en cada una de las cuatro partes en las que hemos dividido el presente trabajo.

 

El concepto de belleza

La belleza ha sido siempre un valor, tan antiguo como la filosofía misma, y, en cuanto tal, deseado y deseable por su bondad. Desde los tiempos de Platón (República, 476,c, 2-4; Sofista,228a-d) y de Aristóteles (Met.,1078a36.b1), el tema de lo bello, ha recibido un largo tratamiento, diferenciando la belleza en cuanto tal, de la belleza, siempre imperfecta, que se encuentra en las cosas, en las personas, o en las acciones que ejecuta el ser humano.

El concepto de belleza, desde entonces acá, ha adquirido diversas denominaciones y concepciones a través del tiempo. En el mundo griego - to kalón- lo bello, es lo que de antemano hace posible la experiencia sensible de las cosas o de las personas bellas. Lo verdaderamente bello es armonía, simetría, lo regular y cósmico. Kosmos fue en Grecia orden, disciplina, organización. Para los romanos la belleza fue pulcrum, y en el Renacimiento el vocablo pulcrum fue sustituido por bellum (Fullat, 1994, p. 67).

El pensamiento griego perduró hasta el 1750, año en el que el alemán Baumgarten publico su libro Aesthetica en el que la belleza pasa a ser sensible. La belleza reside en lo sensible y no en ideas eternas. Ya la obra de arte no proviene de la belleza eterna, de la naturaleza, o de Dios, sino de la libertad.

Con la Postmodernidad la belleza suprasensible muere y nace la belleza de lo sensible, el arte queda desacralizado, no hay Belleza, ni absoluto. La rebeldía contra la tiranía de la Belleza lleva al anti-arte. La Belleza ha muerto y de sus cenizas han nacido las bellezas, el politeísmo estético, un politeísmo sin fundamento, por lo que nos quedamos sin saber las razones por qué una persona es bella o fea. Hoy el politeísmo estético hace posible la existencia de cualquier acción o cosa bella, “todo vale” (Gervilla, 2010, p. 95).

La belleza suprasensible se ha hundido en la nada y lo sensible es ahora lo único positivo. Aparecerán reducciones de la belleza a la fisiología y a la cibernética. A finales del siglo XIX el arte es la rebeldía contra la tiranía de la belleza del “Kalós” y acaba en el anti-arte, que tal vez se inicie con el artista francés Marcel Duchamp (Fullat, 1994, p. 69).

La estética, pues, atendiendo a su etimología, alude a lo relacionado con la sensibilidad y los sentidos, tal como lo entendió también Kant (1960) en su Crítica de la Razón Pura. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (2001, p. 307), la belleza es la “propiedad de las cosas que hace amarlas infundiendo en nosotros deleite espiritual”. Y, según el profesor Quintana (1993, p. 92), “la belleza es aquella cualidad de algunas cosas consistente en cierta disposición formal de sus elementos que, al ser contemplada, nos agrada; o en determinado mensajes visuales que, percibidos y valorados, satisfacen nuestra sensibilidad”.

Hoy, los diccionarios nos ofrecen como sinónimos de belleza: hermoso, agradable, deseado, deseable, perfecto, grato, armonioso, etc., distinguiendo hasta cinco concepto fundamentales de belleza: La belleza como bien, como manifestación de lo verdadero, como simetría, como perfección sensible, y como perfección expresiva. (Abbagnano, 1995, p. 129). Ante estas múltiples concepciones de lo bello optamos por la belleza como perfección sensible, que dio origen al vocablo estética (de aísthesis: sensación y aisthetá: conocimiento por vía sensible).

A tenor de nuestros objetivos, interesa constatar la situación problemática actual sobre el valor del cuerpo, todo un reto, un desafío personal, social y educativo.

 

Desafíos de la belleza. El valor y el antivalor del cuerpo

El ser humano, y sólo el ser humano, por su peculiar dotación psíquica es sujeto de vivencia estética. De aquí que la persona podría definirse como el animal que posee capacidad estética, ya que los animales se mantienen en los límites de la inteligencia práctica, en el ámbito de los instintos y, por tanto, incapacitados para el goce desinteresado y la contemplación comprensiva, fundamento de la belleza (Quintana, 1993, p. 16).

La percepción de los valores estéticos, pues, desencadena una reacción de agrado ante lo bello y de desagrado ante lo feo, en cuya vivencia se encuentra una dimensión intelectual y otra emocional o afectiva. El valor estético, pues, posee un componente sensitivo y otro intelectual que hace entrar en juego nuestra personalidad, por lo que cada uno valora según lo que es. El conocimiento precede y es necesario, pero no suficiente, por cuanto si no hay sentimiento no se da la valoración.

M. Scheler puso un especial énfasis en este aspecto emocional. La esencia de los valores se nos revela en la intuición emocional, y no en la intuición intelectual, por cuanto la vida emocional, el percibir sentimental, es irreductible al intelecto, o a cualquier otra forma anímica y tiene, al mismo tiempo, carácter intencional. Los valores se nos revelan en el percibir sentimental, en el preferir, amar, odiar. A su favor invocó Scheler (1941, p. 100) la autoridad de Pascal:

También lo emocional del espíritu, el sentir, preferir, amar, odiar y querer tienen un contenido primitivo y a priori, que no les ha sido prestado por el pensar y que la ética ha de mostrar independientemente de la lógica. Hay un ordre du coeur o logique du coeur, como atinadamente dice Blaise Pascal, y que son a priori.

Por nuestra parte, ya definimos el valor como “una cualidad real o ideal, deseada o deseable por su bondad, cuya fuerza estimativa orienta la vida humana” (Gervilla, 2010, p. 134). Con esta definición de valor afirmamos la dimensión ideal y real del valor, así como su vinculación con la naturaleza humana. Al mimo tiempo resaltamos su fuerza estimativa, su conocimiento intelectual, que siempre precede al afecto, pero que en modo alguno es suficiente, como ya hemos indicado. En este sentido, los valores estéticos son deseados o deseables por su belleza en alguna o algunas de las manifestaciones de la naturaleza, de las personas o del arte: la literatura, música, pintura, escultura, etc.

El conjunto de valores, deseables para la formación humana se presentan jerarquizados, pues todos valen, pero no todos valen lo mismo, pues unos son imprescindibles y urgentes y otros sólo son necesarios o convenientes. Y cuando hemos de renunciar a uno para poder realizar otros, por ser incompatibles, nunca hemos de sacrificar el valor inferior, por cuanto nos impide alcanzar el superior. Como ya observó Maslow (1998):

los valores o necesidades guardan una relación mutua en forma evolutiva y jerárquica, de acuerdo con un orden de fuerza y prioridad (...). Todas estas necesidades básicas pueden ser consideradas, simples escalones en la senda conducente a la auto-realización, en quien se incluyen todas las necesidades básicas (...). La naturaleza superior del hombre descansa sobre su naturaleza inferior, a la que necesita como fundamento, de tal modo que su defecto provoca el colapso. Es decir, para la mayor parte de la humanidad, la naturaleza superior del hombre es inconcebible sin una naturaleza inferior como base. La mejor manera de desarrollar esta naturaleza superior es subvenir y satisfacer antes la naturaleza inferior. (p. 193).

En consecuencias, pues, la falta de atención a las necesidades básicas es un problema vital, estético y también moral. Tal es el caso de la belleza cuando ésta, con su fuerza, se impone a la ética, alterando la prioridad de la vivencia de lo conveniente (estética) sobre lo obligatorio (ética). Los valores estéticos siempre son convenientes o recomendables, pero nunca obligatorios, por lo que carecer de un determinado valor estético no es una falta censurable, pues no existe culpa estética. Los valores éticos, por el contrario, son estrictamente obligatorios, por lo que su omisión es ya una culpa. Ética y estética no están en igualdad de condiciones en cuanto a la fuerza o prioridad en la realización.

M. Scheler (1941, p. 155), desde su concepción antropológica, estableció el siguiente orden preferencial, situando los valores estéticos en la categoría de los valores espirituales. Según la altura o superioridad, distingue los siguientes estratos axiológicos:

1º Valores sensibles: agradable, desagradable.

2º Valores vitales: salud, prosperidad, bienestar.

3º Valores espirituales: bello, justo, verdadero.

4º Valores religiosos: Dios, santo, culto.

El crecimiento corporal, pues, ha de realizarse de modo jerárquico, ordenado y armónico, atendiendo a todas las dimensiones del ser humano. Así, es posible construir una escalera desde los valores más bajos (biológicos o corporales) a los más altos (religiosos), cuyos peldaños intermedios sean los valores intelectuales, morales y estéticos. En esta gradación cuanto más bajo es un valor (asesinato) tanto más grave es su violación, más obligatoria su realización y me-nos meritoria su vivencia. Y, a la inversa, cuanto más alto es un valor (oración), tanto menos grave es su violación, menor es su obligatoriedad y más meritoria su vivencia.

Inicialmente es preciso atender a los valores inferiores (salud, alimento) y, desde ellos, ascender a los valores más altos (estéticos o religiosos), por cuanto sin la satisfacción de las necesidades más primarias es imposible cualquier otra actividad: intelectual, estética, afectiva, moral o religiosa. Desprovistos de base, los valores superiores no pueden humanamente subsistir, despojándose de su valiosidad para convertirse en cinismo, hipocresía o fariseísmo.

La sobrevaloración estética del cuerpo nos puede conducir a un grave problema: al sacrificio de otros valores más necesarios y urgentes. La novedad no radica en la belleza corporal, tema de siempre, como ya hemos indicado, sino en la imposición de ésta, con tal fuerza, que impide la realización de otros valores de una mayor necesidad. Ello puede conducir a la destrucción personal, cual es el caso patológico de la anorexia y la bulimia. Una y otra son coincidentes en el rechazo e insatisfacción del propio cuerpo, compartiendo la ansiedad por la delgadez y el miedo por aumentar peso. En estos casos, la fuerza de la belleza es tal que impide la coexistencia de valores corporales de una mayor necesidad y urgencia: alimento, salud o descanso. La imagen del cuerpo es tan valorada que es necesario mortificarla para que, estéticamente, sea lo que socialmente debe ser.

En consecuencia, pues, podemos afirmar que la vivencia estética consiste en la captación de los valores estéticos, sin embargo, tales valores poseen un carácter de complementariedad, pues no se muestran tan urgentes como la satisfacción de los instintos, ni tan exigentes como la experiencia moral.

 

La cultura del cuerpo hoy

Toda cultura posee un fundamento axiológico, pues sólo el valor, en cuanto bien, es deseado y deseable para su vivencia y cultivo. La pluralidad de valoraciones ha generado culturas diversas acorde con la etimología latina del vocablo cultura: “colo, colere”, verbo que significa cultivar o cuidar. Cultivo y cuidado del cuerpo siempre realizado con una intención valiosa según el momento histórico. Desde que el ser humano es tal se ha ocupado, y también preocupado, de su cuerpo como parte esencial de su ser. Lo cambiante, a través de los siglos, ha sido el sentido y las valoraciones del mismo: desde la concepción negativa platónica del cuerpo cárcel o tumba del alma, hasta el actual hedonismo postmoderno.

Hoy, a comienzos del siglo XXI, el cuerpo goza de una importancia y hasta sobrevaloración especial, pues, es al mismo tiempo, sujeto y objeto de cultura. Las manifestaciones de la estética corporal son constantes en el cine, en el mundo de la canción y de la moda, en los presentadores/as de Tv., en los anuncios de productos light, cosméticos, dietas, cirugía estética, etc. Una cultura hoy vivida con tal intensidad que se convierte, para muchos, en un verdadero sujeto y objeto de culto.

La sociedad actual manifiesta un claro culto a la belleza del cuerpo, por cuanto ésta, en buena parte, condiciona, y hasta determina, el placer, el éxito, amistades, sexo, etc. Hoy quienes gozan de “buena presencia” poseen, y a veces sólo por ello, mayores posibilidades laborales, de relaciones humano-afectivas y de aceptación social. Un valor de una importancia tal que llega a convertirse en valor primero. De este modo, subordinan a este “dios” la comida, el descanso, el vestido, el placer, el dinero. Todo, o casi todo, al servicio de la fuerza de su belleza. Nuestra sociedad así lo demanda, más que el ser, lo que importa es el modo de ser, según el modelo estético socialmente reconocido.

La belleza - como comenta Lipovetsky - se ha democratizado al alcanzar sus cuidados todas las capas de la sociedad, convirtiéndose los productos de belleza en artículos de lujo al alcance de todos (Lipovetsky, 2000; 2010). La belleza es, pues, un valor generalizado y un “culto” para muchos. Tener un físico agradable se ha convertido en una “obligación”, pues ello supone prestigio, seguridad y superioridad, aunque, a veces, se alcance a costa del sacrificio de otros valores más humanizantes. Hoy el narcisismo ha quedado asociado a la apariencia corporal, a la belleza, a la satisfacción personal, al triunfo, y a la autoestima. Nunca el cuerpo ha influido tanto en el yo y en el autoconcepto. No se trata del cuerpo en su totalidad, sino de su apariencia física, silueta, talla, color, etc. tal como exhiben los modelos encarnados en las personas sobrevaloradas socialmente: deportistas, famosos, actores, actrices, etc.

Y cuando el propio cuerpo no es acorde con los modelos vigentes en la sociedad, los avances de la ciencia se ponen a su servicio, al servicio del cuerpo perfecto, a la medida. Se trata de corregir la obra de la naturaleza, de sustituir el cuerpo recibido por un cuerpo construido (Lipovetsky, 2000). Para ello la cirugía estética ofrece unos resultados rápidos y espectaculares: láser, implantes mamarios de silicona, trasplantes de órganos, correctores, prótesis de todo tipo, injertos, etc. Hoy la ciencia consigue el cuerpo que queremos, a gusto del consumidor. Ya el ser humano no contempla su físico como algo definitivo e inalterable, pues los cambios de aspecto corporal están a la orden del día: calvicie, michelines, nariz, orejas, reducciones y alargamientos... Una imagen, hoy más que nunca, vale más que mil palabras. La ética ha cedido su valor, en buena parte, a la estética, y lo justo al gusto. Hoy, para muchos, la búsqueda de la perfección moral ha sido sustituida por la perfección corporal.

Los medios de comunicación social o “mass-media” son actualmente los cauces más influyentes de reproducción de una estética corporal, por cuanto explican, crean y reproducen valorativamente patrones de conducta y estilos de vida, legitimando comportamientos de personas, grupos e instituciones. Como observó Baudrillard (1999; 2009) por encima de la satisfacción espontánea de las necesidades, hay que reconocer en el consumo un instrumento de jerarquía social. Tal artículo asegura prestigio, calidad de vida, seguridad, personalidad o independencia. No siempre se consume un objeto por sí mismo, según su valor utilitario, sino como signo que nos distingue. Esta cultura del simulacro termina alumbrando “estrategias fatales”: los objetos, privados de su esencia y utilidad, se convierten en esencias vacías y fascinantes, ante cuya seducción no se resiste la persona. La astucia del objeto acaba imponiéndose al sujeto (Baudrillard, 1992). De aquí que una determinada marca o etiqueta en zapatillas, blusa o pantalón diga, a veces, más que la utilidad de la misma prenda en sí. Por eso, ahora las marcas se exhiben en lugares visibles, puede ser la señal de clasificación y pertenencia a la “beautiful people”. Se trata de un proceso de producción de los “valores signo”, cuya función es manifestar las diferencias sociales.

Esta cultura del cuerpo ha originado todo un mercado de negocios, en el que se mueven grandes cantidades de dinero, como nunca en las épocas precedentes. En España es la segunda industria después del armamento. El cuerpo es objeto de comercio en la moda, en los cosméticos, cremas, maratones, productos dietéticos, revistas, herbolarios, etc. El cuerpo es así, y a un mismo tiempo, moda, cultura y negocio empresarial.

 

La educación corporal. Una valoración crítica

La educación siempre posee un fundamento axiológico, por lo que resulta reiterativa la expresión, frecuentemente en uso, “educación en valores”. Este fundamento conlleva un rechazo de los antivalores, entendiendo por tales cuanto dificulta la humanización o se orienta a la destrucción del ser humano, por su negatividad, exceso o unilateralidad, que impide el desarrollo de otros valores según la jerarquía de valores y necesidades humanas.

La educación, que siempre es un proceso de humanización, un hacerse incorporando valores a la propia existencia. Como ya escribió el gran filósofo Zubiri (1944, p. 436), “el hombre, al existir, se encuentra con la tarea principal de tener que hacerse”. Tal acción, sin embargo, no es una acción axiológica sin más, sino una acción realizada de modo ordenado y armónico, atendiendo a la necesidad y a la dignidad de los valores, pues la violación de tales estratos es un atentado al proceso de formación y, por lo mismo, a toda educación, que ha de ser integral.

El valor estético fundamenta la educación estética y el valor corporal la educación de la belleza corporal humana. Uno y otro, sin ser imprescindibles en la construcción humana, constituyen un excelente grado de humanización, pues inciden de tal modo en nuestra vida que la hace más bella, más feliz y más completa. En palabras del profesor Quintana (1993, p. 265), la educación estética consiste en “ayudar al individuo a formarse ideas, sentimientos, capacidades y hábito estéticos, que impregnen sus actitudes ante la vida y sus relaciones tanto con el mundo como con el arte, sabiendo comprender, juzgar, contemplar y acaso crear”.

La naturaleza intelectual y afectiva del valor nos indican los elementos a cultivar en la educación. Educar, pues, hoy en la estética corporal conlleva el cultivo del valor y el rechazo del antivalor, atendiendo al doble aspecto del valor: intelectual y emocional.

A) Desde la dimensión intelectual del valor es necesario que educador y educando realicen conjuntamente un razonamiento crítico a través del diálogo. El razonamiento crítico es siempre un proceso por el que tratamos de argumentar o probar algo, con la intención de demostrar y persuadir de la bondad de la belleza corporal, así como de la maldad de la imposición estética del mismo, por cuanto conduce a la desarmonía y deshumanización.

No se trata sólo de mostrar -algo que ya hacen por sí los hechos- sino de demostrar, es decir, de dar razones de los mismos y de su situación. Cuando se trata de hechos, la mostración es la prueba de su existencia; sin embargo, la demostración va más allá de los datos, de lo que se muestra o se ve. Se hace, pues, necesario clarificar el entendimiento ante el problema actual de la estética corporal, para persuadir sin necesidad de imponer, para convencer sin vencer, pues el convencimiento se orienta hacia la transformación, y, sin embargo, vencer apunta a la destrucción.

La crítica forma parte del contenido de este razonamiento, que trata de valorar los hechos, de emitir juicios de valor. Criticar, por tanto, siguiendo la etimología griega del verbo “krino”, significa “juzgar” o “facultad de discernir”. Se trata de analizar y valorar, discernir, separar lo valioso de lo que no lo es, al modo como lo hace la criba o el arnero. La labor de la crítica es, pues, siempre positiva, por cuanto cada cual, desde su personal visión, separa, selecciona e incorpora a su persona aquellos valores o aspectos de un hecho que le hacen más valioso.

Es importante, pues, dotar a la persona de instrumentos intelectuales capaces de analizar y evaluar la estructura y consistencia de los razonamientos para alcanzar una posición más razonable y justificable del presente tema, y así distinguir lo razonable de lo que no lo es, lo discutible de los principios fundamentales, lo verdadero de lo falso. Más aún en nuestra sociedad plural y pluralita, con una rápida y profunda crisis de valores, que genera una situación, a la vez, valiosa y problemática para el sujeto valorante, por cuanto ha de conocer y analizar el contenido en cuestión, así como su estimación, en aras siempre al bien, a lo mejor.

Este razonamiento crítico, sobre valores y antivalores de la estética corporal, se realiza a través del diálogo, medio privilegiado y único entre los seres humanos. El diálogo (“diá”, a través de, y “lógos”, palabra) es, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (2001, p. 816), “la plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos”, o también “la discusión o trato en busca de avenencia”. Se trata, pues, de una comunicación que se realiza a través de la palabra, en la que se establece una relación profundamente humana de reconocimiento del otro y de desafío a nuestro propio modo de ser, pretendiendo una doble finalidad: el en encuentro con el otro y con la verdad, no siempre exenta de dificultades.

La importancia o la grandeza del diálogo no puede esconder, sin embargo, su gran debilidad: nadie puede dialogar con quien no lo desea o con quien pretende permanecer, a todo precio, en posiciones inamovibles. Mucho menos con quien aspira a llevarlo a cabo bajo la influencia de algún tipo de coacción o bajo la amenaza de la violencia (Asensio, 2004, p. 195).

Esta relación entre personas admite múltiples modalidades: la interrogación, la conversación o sucesión de preguntas, la discusión o diálogo tenso y apasionado. Todas ellas son diálogo, ya que la palabra es el medio o vehículo de comunicación.

Romper el diálogo estético corporal, pues, es imposibilitar la comunicación y la resolución de los conflictos indicados. Así, el diálogo nos posibilita: saber más, optimizar el sentido crítico, comprendernos y comprender a los demás, ser mejores, posibles acuerdos, la elaboración conjunta de proyectos, mejorar las relaciones dentro del grupo, evitar malentendidos, etc. Este intercambio de opiniones y razones no siempre garantiza la solución del problema, ni el consenso racional, ni la verdad de la mayoría, pero sí es siempre la vía más adecuada para la búsqueda del consenso y de la verdad. El diálogo frecuentemente nos aporta otras caras o rostros de la realidad distinta a la propia, a través del disenso, la disputa, la controversia o el conflicto.

B) Desde la dimensión emocional del valor.

A todo ello hemos de sumar, como parte esencial del diálogo sobre la belleza del cuerpo, el aspecto afectivo o emocional: El “cómo” del diálogo. No se trata de vencer, sino de convencer y hasta, si es posible, lograr el entusiasmo por su vivencia. La razón siempre es necesaria en la búsqueda de la verdad, pero no siempre suficiente. El conocimiento de algo, a través de la razón, posibilita el afecto, pero no siempre conduce a él. Conocimiento y afecto conforman una unidad indisoluble, pues las emociones afectan a todo el organismo, a las actividades somáticas y a la actividad mental, esto es, a las percepciones, a la atención, a los contenidos de nuestros pensamientos, al modo de nuestras expresiones, etc. Y ello, lo mismo en los sentimientos positivos que en los negativos, pues el diálogo se ve afectado, dificultado o favorecido, tanto por la simpatía (el afecto, cariño, la alegría), como por los denominados sentimientos de rechazo o emociones destructivas (ira, odio, temor, miedo, ansiedad, etc), o de aislamiento (depresión, tristeza, inseguridad, etc.).

Las emociones representan los grandes caminos de la afectividad. El contenido o “qué” se dice, no está desligado del “cómo” de lo que se dice. Los gestos, el tono del lenguaje, el momento elegido, la intencionalidad oculta, la disposición al diálogo, intentando la búsqueda conjunta del bien, etc. son situaciones predominantemente afectivas, de tal importancia en los conflicto de valores, que, frecuentemente, son determinantes del el éxito de los mismos.

Hoy, el control institucional de la belleza corporal pierde fuerza a favor de otros espacios educativos, cual es la educación no formal e informal. En estos ámbitos los cánones de belleza se imponen con fuerza a través de los medios de comunicación, presionando, singularmente a la juventud, para vivir un modelo de cuerpo-bello acorde con la actualidad. Así, la escuela paralela coexiste con la escuela oficial, la educación formal con la informal, el colegio con la calle, en la que el cuerpo, siendo el mismo, no es lo mismo. Hoy la educación informal goza de un fuerte poder para inculcar valores, a veces superior a las aulas y textos escolares. De aquí que toda educación y, por lo mismo la educación del cuerpo, necesariamente tenga que ocuparse de los valores vigentes fuera del recinto escolar, valores frecuentemente encarnados, vivenciados y visibles en bienes comunes, compartidos por la cultura popular.

 

Conclusiones

Acorde con los cuatro objetivos indicados, así como con el contenido expositivo y crítico de cada una de sus partes, a modo de sumario, enumeramos las siguientes conclusiones:

1. La estética y la belleza corporal han sido valores, tan antiguo como el ser humano, deseados y deseables, de múltiples significados, a través de la historia. En todo caso, la contemplación espiritual o sensible, de agrado y deleite espiritual, han sido las más constantes. Ante estas múltiples concepciones de lo bello optamos por la belleza como perfección sensible, que dio origen al vocablo estética: de aísthesis: sensación y aisthetá: conocimiento por vía sensible.

2. El conjunto de valores, deseables para la formación humana se presentan jerarquizados, pues todos valen, pero no todos valen lo mismo, pues unos son imprescindibles y urgentes, y otros sólo son necesarios o convenientes, de carácter complementario, cual es el caso de la belleza corporal. Y cuando hemos de renunciar a unos para poder realizar otros por ser incompatibles, nunca hemos de sacrificar el valor imprescindible o fundamentante, pues ello nos impediría alcanzar el superior. De aquí que la sobrevaloración estética del cuerpo puede conducir a una imposición tal de desarmonía, falta de integridad y vivencia de otros valores de mayor importancia jerárquica. Ello puede llevar a graves patologías, cual es el caso de la anorexia y la bulimia.

3. El cuerpo goza hoy, en nuestra sociedad, de una valoración e importancia singular y, por ello, sujeto y objeto de generador de cultura. Las manifestaciones artísticas de la estética corporal son constantes en el cine, en el mundo de la canción y de la moda, en los en los medios de comunicación, en los anuncios de productos light, cosméticos, dietas, cirugía estética, etc. Una cultura hoy vivida con tal intensidad que se convierte, para muchos, en un verdadero sujeto y objeto de culto. De este modo, subordinan a este “dios” la comida, el descanso, el vestido, el placer, el dinero. Todo, o casi todo, al servicio de la fuerza de su belleza.

4. La educación siempre es un proceso de humanización que consiste en la integración de valores a la existencia humana, así como en el rechazo de los antivalores, por tanto la educación siempre posee un fundamento axiológico. El valor estético fundamenta la educación estética y el valor corporal la educación de la belleza corporal humana. El razonamiento sobre la deshumanización del culto al cuerpo puede ser el inicio del cambio educativo. Mediante el conocimiento (razonamiento, crítica y diálogo) y el afecto se pretende probar, demostrar y persuadir de la bondad de la belleza corporal, así como de la maldad de la sobrevaloración estética del mismo.

 

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Data de Submissão: Janeiro 2013
Data de Avaliação: Fevereiro 2013
Data de Publicação: Abril de 2014