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Etnográfica

versão impressa ISSN 0873-6561

Etnográfica vol.24 no.1 Lisboa fev. 2020

https://doi.org/10.4000/etnografica.8601 

ARTIGO ORIGINAL

“Más allá del juego”: prácticas no guionadas, interacciones entre personas y cosas en dos estadios de fútbol de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina

“Além do jogo”: práticas não escritas, interações entre pessoas e coisas em dois estádios de futebol na cidade de Buenos Aires, Argentina

Santiago Barbich* y Ezequiel Gilardenghi**

*Conicet, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata, Argentina, e-mail: noestusombra@gmail.com

**Conicet, Centro de Investigaciones y Transferencia de Catamarca (CITCA), Argentina, e-mail: bubalev@hotmail.com

 

RESUMEN

En este trabajo analizamos ciertas materialidades de dos estadios de fútbol (Club Atlético River Plate y Asociación Atlética Argentinos Juniors) para comprender la relación entre los diferentes agentes que forman parte en la constitución del estadio como fenómeno material. Partimos de ciertos elementos observables para preguntarnos cuales son las conexiones que se dan entre ellos y con otros agentes en una práctica específica, “habitar” el estadio durante un partido de fútbol. Del mismo modo que se procede al comenzar una investigación arqueológica, los espacios y la fisicalidad de dichos elementos constituyen los puntos de partida para relacionarlos y enredarlos. Damos cuenta de la manera en que ciertos objetos son utilizados de modos distintos a los previamente fijados: en la práctica se generan nuevas relaciones espaciales y materiales entre los objetos y las personas. Finalmente, advertimos sobre problemáticas que se ponen de manifiesto en los estudios arqueológicos y abrimos el juego a nuevas formas de comprender el registro material en el pasado.

Palabras clave materialidad, espacialidad, agencia distribuida, estadio, actantes

 

RESUMO

Analisamos certas materialidades de dois estádios de futebol (Club Atlético River Plate e Asociación Atlética Argentinos Juniors) para compreender a relação entre os diferentes agentes que participam na constituição do estádio como fenômeno material. Partimos de elementos observáveis para questionar quais são as conexões existentes entre eles e com outros agentes em uma prática específica, a de “habitar” o estádio durante um jogo de futebol. Tal como no início de uma investigação arqueológica, os espaços e a fisicalidade desses elementos constituem os pontos de partida para relacioná-los e enredá-los. Percebemos assim a maneira como certos objetos são usados de maneiras diferentes daquelas previamente fixadas: novas relações espaciais e materiais entre objetos e pessoas são geradas na prática. Finalmente, alertamos sobre certos problemas que são revelados nos estudos arqueológicos e abrimos o jogo para novas formas de compreender o registro material do passado.

Palavras-chave materialidade, espacialidade, agência distribuída, estádio, actantes

 

Punto de partida: arqueología de los estadios

El objetivo de este trabajo es analizar ciertas materialidades de dos estadios de fútbol (Club Atlético River Plate y Asociación Atlética Argentinos Juniors) para avanzar en la comprensión sobre la relación entre los diferentes agentes que forman parte en la constitución del estadio como fenómeno material.[1] Partimos de la idea que contempla a los seres humanos en una interrelación constante con los paisajes, lugares, objetos y otros sujetos y seres. Entendemos la relación de todos estos en mutua constitución, siendo a la vez productores y productos que se generan uno a partir de la existencia de los otros (Olsen 2003; Alberti y Marshall 2009). Un lugar, un objeto o una persona no poseen una esencia o significado intrínseco, sino que se conforman al ser percibidos, observados y vividos. Para estudiar ciertos comportamientos humanos, pasados o presentes, es necesario entonces abordar su comprensión desde la escala corporal y desde el ser/estar-en-el-mundo (Olsen 2003, 2010; Thomas 2001; Acuto y Gifford 2007). Este ser/estar-en-el-mundo implica que los sujetos (sean humanos, animales, plantas u objetos) poseen una fisicalidad, es decir, características “formales” (como color, tamaño, textura, forma, etc.); generan efectos en otros seres; despliegan capacidades; e interactúan entre sí (Latour 1996). Estos procesos no pueden entenderse por separado, sino que cada uno es parte constitutiva de un fenómeno, evento o acción. De esta forma, el estadio, sus espacios delimitados, objetos y rasgos arquitectónicos, así como los espectadores y sus cuerpos, son actantes (sensu Latour 2005) que producen y reproducen prácticas sociales. No entendemos a estas como epifenómenos funcionales de una estructura mayor, sino como las relaciones que se generan entre los diferentes actantes en un momento y lugar determinado, siendo su significación un proceso práctico (Bourdieu 1977).

En este sentido, para estudiar la relación entre diferentes actantes (humanos y no humanos) dentro de ciertas prácticas sociales, la arqueología, en tanto disciplina que estudia la relación entre conducta y materia, emerge como la ciencia de la materialidad por excelencia (Olsen 2003). La denominada arqueología conductual, surgida en la década de 1970, propone que toda conducta humana implica materialidad. Es decir que no hay acciones o interacciones que se den por fuera de una materialidad y de un espacio material, social e históricamente construido: la cultura material es parte inseparable de la conducta humana (Reid, Schiffer y Rathje 1975; Schiffer 1975, 1976); en otras palabras, los seres humanos dependen tan fuertemente de los objetos que es muy difícil imaginar su existencia sin ellos (Webmoor y Witmore 2008; Hodder 2012). Es así que consideramos a los estadios como nuestro registro arqueológico, como una materialidad plausible de ser estudiada para comprender ciertos aspectos de la conducta humana. Si bien para muchos científicos sociales, incluso colegas arqueólogos, un trabajo que no implique excavaciones o el estudio de objetos antiguos no puede ser llamado arqueológico (Trigger 1989), no compartimos esta posición y consideramos que una arqueología del presente y lo “cotidiano” puede ser útil para entender procesos sociales, generar ideas sobre conductas, comportamientos y, de esta manera, contribuir al entendimiento de las sociedades humanas.

Además, consideramos a la ciencia permeada por la subjetividad del investigador (su biografía, su pensamiento político, su realidad social, etc.). Por ende, la elección de determinados problemas de investigación, así como la manera de abordarlos no escapan a dicha realidad contextual. La división entre las llamadas “ciencias duras” y “ciencias blandas” ha contribuido a esencializar la objetividad de las primeras y el acercamiento a la subjetividad de las segundas. Sin embargo, toda ciencia se basa en primer lugar en la observación, que implica siempre una participación (Ingold 2011), la cual genera diferencias (subjetividades) en las técnicas, abordajes y conclusiones a las que se arriba. Ya no podemos pensar, como predicaba el pensamiento popperiano, en el investigador por fuera del fenómeno que observa, aun en las llamadas ciencias duras la subjetividad está presente tanto en la técnica como en la interpretación (Latour 1999). De esta manera nuestra elección del objeto de estudio es también una construcción y difícilmente puede desprenderse de nuestras subjetividades. Es necesario destacar que, más que centrarnos en la importancia del estadio en sí, y en su interpretación dentro de un contexto macroeconómico y político mayor, pretendemos llevar a cabo un análisis de una práctica particular, un fenómeno presente para seguir reflexionando y contribuir al estudio de las relaciones entre la gente y las cosas.

La agencia distribuida: estar-en-la-cancha

Entendemos la agencia como la capacidad o el poder de modificar o influir sobre cosas, personas y hechos; la habilidad o posibilidad de ciertos seres de elegir y reflexivamente monitorear sus acciones, así como de ajustar su entendimiento del mundo en consecuencia (Nielsen 2015).

Ahora bien, este trabajo se basa en dos postulados teóricos que son a la vez dos caras de una misma moneda. Por un lado, la agencia de los sujetos, quienes no son sólo receptores y ejecutores de las imposiciones o configuraciones del estadio, sino que también las reinterpretan y resignifican, generando nuevas prácticas. Por otro lado, consideramos al estadio y sus componentes como objetos que también poseen agencia. En este caso, sin embargo, se trata de una agencia que actúa en diferente grado, ya que los objetos y otros seres no poseen la capacidad de reflexionar activamente sobre sus actos o sobre lo que su presencia física genera. Es decir, lejos estamos de igualar las agencias de todos los actores participantes de esta práctica, pero sí queremos considerar la relevancia ontológica de todos los actores.

La materialidad como agente dota de poder a los individuos, permitiéndoles cumplir objetivos, pero también los enreda de maneras no anticipadas, poniendo a prueba sus conocimientos, disposiciones y restringiendo sus capacidades (Nielsen 2015). Las cosas, objetos, paisajes, poseen cualidades reales (poseen una fisicalidad) que afectan y moldean tanto nuestra percepción de ellos como nuestra cohabitación con ellos (Olsen 2003). De esta manera, considerando al estadio como agente activo en las interacciones sociales, prestamos especial atención a aquellas prácticas que su arquitectura y su materialidad habilitan o aquellas que restringen y prohíben, es decir, cómo el estadio construye una espacialidad que impone y cancela ciertas prácticas (no sólo movimientos), así como permite y propone otras. En esta concepción, los objetos poseen affordances (Gibson 1979; Knappett 2005; Ingold 2011), ciertas características que conducen la acción humana, proveen un rango de experiencias sensoriales (y excluyen otras) y establecen obligaciones en las personas en la manera en que nos relacionamos con objetos y con otras personas a través de esos objetos (Gosden 2005; para posturas similares, ver Schiffer 2011; Ingold 2011).

Teniendo en cuenta estos postulados, pensamos que la agencia de las cosas se basa en un conjunto de aspectos: su fisicalidad y aquellas características que esa fisicalidad propone, las especificidades de las actividades en las que el objeto está tomando parte, y las necesidades y subjetividades de los otros objetos y seres con los que interactúa.

Como dijimos, estos dos focos no son separables, sino dos caras de la misma moneda. Ambos, en tanto procesos que suceden a la vez, sin uno de los cuales el otro no tiene razón de ser, constituyen el estar-en-la-cancha. No hay ­sustancias o esencias que se conecten desde sus individualidades, sino que los objetos y los sujetos se constituyen mutuamente: las cosas son sus relaciones (Ingold 2011). De esta manera, se evitan jerarquizaciones a priori sobre la prevalencia de un actante sobre otro. Consideramos entonces una agencia distribuida (Latour 2005), donde la acción de un actante genera otras acciones en otros actantes (sean estos objetos, humanos, animales, etc.).

Los casos de estudio: dos estadios de diferente magnitud

Antes de comenzar con la descripción formal de ambos estadios, debemos aclarar que evitamos considerarlos como meros escenarios donde suceden determinadas actividades o donde simplemente se reproducen ciertos aspectos de la sociedad. Pretendemos evitar el off-side ontológico: una posición ilícita que implicaría ver el estadio separado de los sujetos y de las prácticas. Pretendemos darle continuidad a un juego donde todo está enredado y se construye mutuamente en la praxis. Queremos quedar habilitados: los objetos y los sujetos son en el mundo, son entre ellos, son en la acción, son en el estadio, son el domingo.[2]

Cabe aclarar que, aunque no abordaremos cómo los procesos de mercantilización, globalización y control pueden estudiarse en los estadios en particular y en el fútbol en general (temáticas que han sido abordadas por otros autores, como, por citar algunos ejemplos, Gil 2004, 2006; Alabarces y Garriga Zucal 2008; Bromberger 2001a, 2001b, 2002), no desconocemos su existencia.

La elección de los objetos de estudio se basó en poder estudiar una práctica determinada en contextos similares, pero con ciertas particularidades que pudieran seguir ampliando nuestras observaciones y reflexiones. Es así que seleccionamos dos estadios donde se desarrolla la misma disciplina deportiva, situados en la misma ciudad, de equipos que compiten en la misma categoría (primera A), pero con atributos físicos diferentes, teniendo en cuenta su tamaño, capacidad, tradición arquitectónica y extensión territorial. Estas diferencias nos permiten observar la misma práctica en diferentes escalas y en diagramaciones espaciales diversas para así reconocer si alguna de estas variables es determinante en el análisis.

En una primera instancia de trabajo de campo observamos el estadio durante la semana, sin actividad deportiva, para registrar sus elementos, sus fisicalidades, es decir, para observarlo como “registro arqueológico”. Luego, asistimos a partidos que tuvieron lugar en los estadios para estudiar las ­interacciones que se dan entre los actantes involucrados en esta práctica. Entre los elementos observados, incluimos: los ingresos a las tribunas, sus escaleras y muros, los asientos, rejas, para-avalanchas y el campo de juego. Todos ellos fueron seleccionados en tanto y en cuanto son aquellos con los que interactúan las personas al momento en que se desarrolla un partido de fútbol dentro del estadio (es por esto que no incluimos los baños, los playones exteriores, los molinetes y los vestuarios, entre otros).

El primero de los casos de estudio con el que trabajamos fue el estadio Antonio Vespucio Liberti, localizado en el límite entre los barrios de Núñez y Belgrano de la ciudad de Buenos Aires, y perteneciente al Club Atlético River Plate, uno de los principales clubes de fútbol a nivel nacional.[3] El estadio se construyó entre los años 1937 y 1938, posteriormente en el año 1952 se agregó una de las tribunas faltantes (sector bajo y medio de la tribuna Sívori) y finalmente se completó en 1977 con el sector alto (remodelación con motivo de la realización de la Copa Mundial de la Federación Internacional de Fútbol Asociación – FIFA – en 1978). Es un estadio de tradición latina, es decir, de forma oval; y tiene una capacidad para más de 66 mil espectadores, aunque se tiene registro que han ingresado casi 100 mil (final de la Copa del Mundo 1978 y final de la Copa Libertadores 1996, cuando no había tantas restricciones respecto de la cantidad de espectadores parados permitida).

El estadio se encuentra dentro del predio del club (que ocupa una superficie aproximada de 14 ha), aunque cuenta con algunos accesos directos desde la calle a la tribuna sin ingresar al predio. En total posee 19 accesos desde la calle a las tribunas, y ocho accesos desde la calle al predio (dentro del cual hay diez accesos a las tribunas). Todas las tribunas, las cabeceras y las laterales, tienen tres niveles, un sector bajo, uno medio y uno alto. Las laterales medias, a su vez, cuentan con palcos, preferenciales y de prensa. Ambas tribunas cabeceras altas son consideradas “populares”, ya que no tienen sillas y están destinadas a espectadores parados; además los costos de las entradas son más baratos en comparación a otros sectores.

El otro caso de estudio lo constituye el estadio Diego Armando Maradona, perteneciente a la Asociación Atlética Argentinos Juniors, un club con importante tradición en el barrio de La Paternal. Construido en el año 2003, es un estadio de tradición inglesa, es decir, de forma rectangular, ocupa exactamente una manzana urbana (menos de 1,5 ha) y tiene capacidad para 24 mil personas, aproximadamente.

El estadio cuenta con 13 accesos en total, todos desde la calle hacia las tribunas. Sobre la calle Boyacá, hay una tribuna popular visitante y una platea visitante (actualmente, como no está permitido el ingreso de simpatizantes visitantes en el fútbol argentino, la parcialidad local utiliza este espacio por tener mayor capacidad). Sobre la calle Juan Agustín García hay un sector de popular (local, vacía sin uso en este contexto del fútbol argentino). Sobre la calle Gavilán se encuentra una tribuna que cuenta con tres niveles (popular el más bajo, plateas en el sector medio y en el alto). Luego, curiosamente, por una cuestión de espacio físico, sobre la calle San Blas no hay tribuna, solo el tablero electrónico y carteles de publicidad.

Materialidades: el estadio, sus espacios y objetos puestos en práctica

En este apartado se da cuenta de las observaciones realizadas en campo, poniendo especial atención sobre los elementos del estadio anteriormente mencionados (ver resumen en tabla 1).

El primer elemento que mencionaremos son las escaleras. En ambos estadios, las tribunas presentan escaleras diseñadas arquitectónicamente para circular desde la boca de ingreso a los diferentes sectores de la tribuna, o bien para acceder a los lugares más altos de las mismas. Como puede observarse en la figura 1, muchos espectadores se ubican sobre las escaleras para observar el desarrollo del partido desde ahí. En la figura 2 se aprecia la comparación de la misma tribuna 15 minutos antes de comenzado el partido, y 15 minutos luego del iniciado el mismo. En la primera imagen (A) pueden distinguirse los espacios de escaleras; sin embargo, una vez comenzado el partido (B), estos espacios están prácticamente cubiertos por espectadores (incluso teniendo disponibles otros espacios por fuera de las escaleras). En la figura 3 se observa una de las tribunas laterales altas del estadio de River, donde la mayoría de la gente está sentada, a excepción de aquellas personas que se encuentran paradas sobre las escaleras de circulación.

Otro de los elementos observados fue los para-avalanchas, objetos diseñados a priori para que en caso de grandes movimientos de la masa de espectadores en la tribuna (ante un gol, por ejemplo), no se generen avalanchas y grandes compresiones de gente hacia abajo. En este caso, durante el partido, muchos espectadores se encuentran parados sobre estos objetos (figura 4). En particular, aquellos grupos de hinchas conocidos como “barras bravas”, grupos organizados que detentan un cierto poder al interior de la hinchada de un equipo.[4] Además, sobre los para-avalanchas en ambos estadios se cuelgan banderas y cintas, paralelas y perpendiculares, atadas entre sí y a las rejas o barandas, creando una cierta arquitectura efímera, que no sólo decora este sector donde se ubican las barras bravas, sino que también es utilizada para ­sujetarse. En esta interacción se visualiza claramente el entanglement (sensu Hodder 2011) o enredo (figura 5), donde ciertos objetos dependen de otros objetos y se conectan entre sí formando cadenas de interdependencia de actores (banderas, cintas, para-avalanchas, rejas, personas, barandas). Las affordances de los elementos permiten o avalan ciertas prácticas a los usuarios, como, por ejemplo, pararse sobre un para-avalanchas, cuyo material resiste el peso de un cuerpo humano; o sostenerse con banderas o cintas (atadas a otros elementos), cuyas fisicalidades permiten sostenerse con cierta flexibilidad y libertad en el movimiento sin perder el equilibrio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el estadio de River, donde las tribunas laterales y cabeceras están apenas separadas por un par de metros, estos espacios son cubiertos por banderas que cruzan de una tribuna a la otra, generando así una conexión efímera que, por su fisicalidad, permite el nexo entre ambos espacios, aunque no la circulación entre ellos (figura 6). Espacios que parecen existir para sectorizar el estadio, haciendo imposible la circulación entre tribunas populares y plateas, ahora bien, son ahora espacios donde las personas pueden colocar ciertos objetos adaptándose a lo que la materialidad les propone. En la cancha de Argentinos, al ser más compacta, no existen tales espacios, y la separación consiste en rejas y muros.

Las rejas (elementos utilizados para sectorizar el estadio, ya sea generando una división entre las tribunas, entre sectores dentro de la misma tribuna, o entre tribunas y campo de juego) son también uno de los lugares predilectos para colocar banderas. Las barandas, diseñadas también para dividir espacios, o como dispositivos de seguridad que eviten caídas, no son ajenas a esta resignificación y presentan también banderas colgadas. Estas banderas, que cuelgan desde las tribunas altas (figura 7), se conectan además con otras materialidades: para evitar que se vuelen con el viento, las mismas son ­atadas con una soga que se amarra en la baranda de la tribuna de abajo o bien pueden tener atados en sus extremos algunos globos llenos de agua que hacen peso para sujetarlas.

 

 

 

 

Los asientos, objetos que parecen haber sido diseñados exclusivamente para la cómoda ubicación de espectadores sentados, no escapan al proceso de resignificación por parte de los espectadores. En múltiples casos de ambos estadios, observamos que los hinchas están parados sobre los mismos (figura 8). Hay incluso un ejemplo muy claro en el estadio de River, donde en el ingreso a una de las tribunas hay un letrero en el que se lee: “Sector de tribuna popular para espectadores sentados”, aunque dentro del mismo la totalidad de los espectadores esté parada (figura 9).

 

 

 

 

Otros dos aspectos son dignos de mencionar. Por un lado, en el sector medio de una de las tribunas cabeceras de River, notamos un espacio libre de espectadores, con muy pocas personas ocupando esta ubicación. Esto se debe a que la visión del campo de juego en este sector se encuentra parcialmente obstruida por unas anchas cintas decorativas con los colores del club, que cuelgan desde la tribuna alta hasta las rejas de la tribuna baja. Está claro que los espectadores son libres de ubicarse en estas sillas, pero que no lo hacen ante la presencia de estas cintas decorativas, las cuales parecen tener la ­prioridad en el sector, teniendo los espectadores que elegir otra ubicación. Algo similar fue observado en el estadio de Argentinos, donde, en una de las tribunas bajas, los espectadores no se ubican en todos los sectores de la misma, sino que ocupan la parte más alta, de manera tal de que su visión no sea obstaculizada por la reja que separa la tribuna del campo de juego (figura 10). En estos dos ejemplos, nuevamente se observa de manera clara cómo algunos objetos, a través de su affordances y tal vez manipulados previamente por otras personas, influyen en el comportamiento de los sujetos, quienes deben reconfigurar sus movimientos.

Sin embargo, en ciertas ocasiones, en los mismos lugares, con los mismos elementos, las actitudes y el accionar de los espectadores, así como las relaciones entre estos con los objetos del estadio, pueden variar según circunstancias específicas. Puede haber momentos del partido donde la gente en el mismo sector esté parada o sentada, provocada por el nerviosismo, la ansiedad que genera una ocasión de gol, la ovación a algún jugador en particular, etc. Esto es fundamental para entender que la práctica que estudiamos, y las prácticas sociales en general, no deben ser consideradas como rígidas u homogéneas.

 

 

A su vez, en este mismo sentido, en el estadio de River nos topamos con otro tipo de prácticas inesperadas. La primera instancia del trabajo de campo, la observación sin público, la desarrollamos a partir de recorridos turísticos guiados por las instalaciones del estadio. Es decir, cotidianamente turistas de diferentes procedencias se dirigen al estadio para conocerlo, aunque no haya una competencia deportiva desarrollándose en él. Por otro lado, en una de nuestras visitas, observamos un grupo de personas realizando una producción fotográfica de una chica de vestido blanco, quien había elegido el estadio como marco para retratar su cumpleaños de 15. Según observamos, hay situaciones, usos y significaciones de los espacios y los objetos que no pueden ser determinadas a priori por sus formas o por la intención de quien los diseñó.

Finalmente, cabe hacer una última observación que se desprende de las magnitudes espaciales de ambos estadios. En el estadio de River, al ser más grande y tener una pista de atletismo en la zona entre las tribunas del campo de juego, no hay un vínculo tan cercano entre estos dos espacios, algo que sí puede darse más estrechamente en el estadio de Argentinos. Aquí, en las visitas que realizamos, particularmente antes del comienzo del partido notamos un fuerte vínculo entre sujetos que se encontraban dentro del campo de juego y aquellos ubicados en las tribunas. Algunos hinchas se saludaban con empleados del club, otros hinchas propiciaban insultos dirigidos a ciertos jugadores del equipo contrario que se encontraban realizando la entrada en calor previa al partido; o, como se observa en la figura 11, algunas personas ubicadas en las tribunas dialogaban con los alcanza-pelotas a través de la reja. Estos diálogos y vínculos entre adentro y afuera, que no habían sido evitados por algunas materialidades (rejas, barandas, etc.) sí se rompieron cuando minutos antes del partido comenzó a sonar música a alto volumen por los altoparlantes del estadio. La materialidad del sonido, en este caso, actuó como barrera creando límites que antes habían sido superados.

 

 

Reflexiones desde la cancha

A partir de nuestro trabajo de campo, pudimos observar en detalle algunos vínculos que se establecen entre espectadores y objetos del estadio dentro del marco de esta práctica deportiva. En primer lugar, llamamos la atención sobre cómo los espectadores utilizan ciertos objetos con “funciones” que tal vez no son las que dieron origen a ese objeto. Es decir, cómo la presencia de rejas, por ejemplo, tal vez pensadas originalmente bajo la lógica arquitectónica ingenieril como un objeto que oficie de límite entre dos sectores, son resignificadas y reutilizadas por los sujetos como soporte para colgar banderas. De igual manera sucede con otros rasgos del estadio, como las escaleras, que a priori podrían ser definidas como una zona de tránsito pero que en la práctica son también espacios que las personas ocupan de manera fija durante el evento. Los para-avalanchas tampoco son ajenos a estos procesos. Colocados originalmente como un elemento para prevenir avalanchas y así contribuir a la seguridad de los espectadores, son utilizados no sólo como tarimas sobre las cuales pararse y ver el partido desde ahí, sino que pasan también a formar parte de un tejido de cintas y banderas sobre el cual se construye un espacio diferente.

Sin embargo, cómo hemos notado, este proceso no actúa de manera ­independiente, es decir, los sujetos no llegan a un espacio inerte, vacío, blanco, moldeable completamente; por el contrario, los espectadores llegan a un mundo que existe, que presenta determinadas propiedades, fisicalidades, que imponen, prohíben, sugieren o permiten ciertas prácticas. Hemos mencionado algunos ejemplos de esto que vale la pena rescatar aquí. Retomando uno de los ejemplos citados en este trabajo, en el caso de River, existe un sector habilitado para la ubicación de espectadores sentados que está casi libre, sin gente, debido a la presencia de cintas que cuelgan e impiden la visión con claridad (aunque la voz del estadio pida amablemente “por favor, solicitamos no colocar banderas que obstaculizan la visión”). En el caso de Argentinos, la presencia de una reja que separa la tribuna del campo de juego genera que los espectadores se ubiquen hacia el sector más alto de la misma, dejando un sector libre hacia abajo. Como destacamos en estos casos, se evidencia cómo el affordance de ciertos elementos y el contexto en el que se ponen en práctica influyen sobre el comportamiento de los sujetos y lo condicionan. La diagramación del espacio puede generar distintos vínculos también, no permitiendo que exista un diálogo entre personas en la tribuna con personas en el campo de juego, como en el caso de River; o sí permitiéndolo, como en el caso de Argentinos Juniors, donde ese límite está marcado pero no es tan distante. Por otro lado, hemos notado también cómo ciertos huecos o espacios son utilizados para colocar banderas, que cuelgan desde una tribuna a la otra en el espacio vacío entre ambas. Esto fue observado en el estadio de River, donde esta separación es de unos pocos metros; en otros estadios donde las tribunas no están separadas o bien están separadas por amplios espacios, esta práctica no podría darse de la misma manera. Por otro lado, la delimitación entre el campo de juego y las tribunas puede darse utilizando rejas o acrílico (como se observó en ambos casos). Si bien ambos separan y dividen, una reja permite colgar banderas, globos y otros objetos, así como la transmisión del sonido entre un lado y el otro, lo cual no ocurriría de la misma manera si el material utilizado fuera acrílico.

En este afán de decorar y vestir al estadio para la ocasión, los hinchas recurren a todas las materialidades y espacios que tienen a su alcance. Esta decoración, que vincula objetos portables con rasgos arquitectónicos fijos, es incluso mencionada para algunos casos arqueológicos (Pearson y Richards 1999). Es una puesta en escena fuertemente arraigada en la capacidad de manipular ciertos objetos y espacios asignando nuevas funcionalidades a los materiales disponibles (Bromberger 2001a). Sin embargo, como vimos, los objetos no esperan de brazos cruzados: ellos se dejan manipular, pero ofreciendo ciertas posibilidades finitas.

Durante el desarrollo de este trabajo, nos enfrentamos con el problema de desentramar la fuerte dicotomía que se presenta al estudiar el ­comportamiento humano y su relación con los no humanos: la diferencia entre “objetos a priori” y “actantes en la praxis”. En las primeras observaciones del estadio, sus espacios y elementos, creímos percibir “objetos”. A simple vista, pareciera que fueron diseñados para cumplir determinadas funciones, dando una sensación de rigidez y pasividad, en tanto elementos delimitados en sí mismos. Sin embargo, al pensarlos y observarlos dentro del contexto de determinada práctica, estos se mostraron tal cual son: actantes dotados de relevancia ontológica, formando parte activa en las relaciones entre diferentes seres (humanos y no humanos). Parte del objetivo de este trabajo consistió en desestructurar estas prenociones respecto a los espacios y objetos, y develar el modo en que estos interactúan entre sí en la práctica. Además, en esta práctica, no hay una relación unilateral entre sujeto y objeto, donde el primero, reflexivo y dotado de agencia, se impone sobre el segundo, inerte y pasivo, sino que existe una relación entre actantes, donde todos ellos juegan sus cartas. De esta manera, las personas se relacionan con los objetos de diferentes modos, algunos no guionados. Los sujetos utilizan los objetos con determinadas intenciones en determinadas circunstancias, pero como otra cara de la misma moneda, el affordance del estadio condiciona, restringe, motiva u orienta ciertas acciones. La agencia de los individuos no es la única cara de este fenómeno, sino que estamos en presencia de una práctica social donde reina la multiagencialidad.

Si bien no han sido objeto de esta investigación, es interesante remitirnos a ciertos trabajos que han abordado las razones que motivan a algunos grupos, en determinados contextos, a utilizar y manipular espacios y materialidades, sus propios gestos y sus propios cuerpos (estudios que han abordado el tema de la identidad de los grupos en prácticas deportivas, su organización, la ritualidad, la violencia, etc.: Gil 2004, 2006; Alabarces y Garriga Zucal 2008; Bromberger 2001a, 2001b, 2002, por citar algunos ejemplos). Desde la geografía, en una visión complementaria a la que presentamos en este escrito, el estadio se entiende como espacio vivido, donde se funden pasiones e identidades sociales y futbolísticas; y como territorialidad, es decir, como campo de fuerzas, de prácticas y de normatizaciones donde se ponen en juego disputas de sentido y poder (Mascarenhas 2013). En los últimos años se están dando ciertas transformaciones de los estadios y de las prácticas desarrolladas en ellos, que tienen que ver con la imposición de nuevas normas y mayor control sobre el accionar de los espectadores. Esto se relaciona directamente con la privatización, la elitización y el aumento del control sobre los cuerpos, convirtiendo los estadios en espacios cerrados, segmentados y monofuncionales con barreras impermeables y vigilancia eficiente de las masas (Bale 1993; Gaffney 2007; Mascarenhas 2013, 2014; Gaffney y Mascarenhas 2005-2006; Curi 2012) – lo que a grandes rasgos es definido por Mascarenhas (2013) como una imposición del valor de cambio por sobre el valor de uso de estos espacios de sociabilidad. Esto se va dando a través de medidas que apuntan a eliminar ciertos usos populares a favor de otros comportamientos más mecánicos y dirigidos (Gaffney 2007; Mascarenhas 2013, 2014). En los términos de este trabajo: la imposición de ciertas reglas o normas apuntan a controlar el accionar los sujetos, buscando su pasividad a través de las imposiciones de la materialidad y espacialidad del estadio. Sin embargo, se dan también prácticas de resistencia sobre estas imposiciones. Y más aún, observamos que estas tensiones que se dan entre imposiciones y resistencias se negocian a través de la materialidad. Como dijimos arriba, no hay conducta humana que se dé por fuera de una materialidad. Los hinchas manipulan estos objetos y espacios de modos no guionados, resignificándolos, con sus propios objetivos. Los objetos y los espacios, entonces, son actores fundamentales dentro de esta práctica social, ya que a través de ellos se trata de imponer o regir ciertos comportamientos, pero a través de ellos también es que los espectadores resisten y resignifican estas prácticas. El fútbol mismo, como deporte, fue definiéndose a través de ciertas materialidades. Podríamos decir que el trazado de las líneas perimetrales que delimitan el campo de juego, instaladas en Inglaterra en 1882, fueron una de las primeras materialidades manipuladas para estandarizar las reglas del deporte (Dunning y Sheard 1979; Bale 1993), tal vez una de las primeras delimitaciones entre “adentro” y “afuera”. Podríamos incluso arriesgarnos a decir que los arcos constituyen una de las materialidades originarias del fútbol, modificando lo que sería un juego de pelota y marcando los inicios de lo que tiempo después sería el fútbol propiamente dicho (Bale 1993).

Pensando en el pasado: historias de precaución

En este escrito, que si bien pretende empezar a trascender los límites de los campos disciplinares y llevar a cabo un análisis basado en los objetos, se parte desde la arqueología. Aquí consideramos a los estadios como registro arqueológico, como una materialidad plausible de ser estudiada para comprender ciertos aspectos de la conducta humana. Ahora bien, ¿de qué puede servirnos cuando nos enfrentamos con problemáticas arqueológicas más “tradicionales”, es decir, cuando estudiamos sitios o conjuntos artefactuales del pasado?

En primer lugar, estudiando la relación entre sujetos y objetos nos encontramos con que los objetos no son sólo medios para llegar a un fin, sino que son materialidades fluidas; sus límites exceden su fisicalidad. Es decir, estos ofrecen posibilidades, prohíben otras y se enredan con otros sujetos y objetos dentro de una misma trama heterogénea que no puede ser encasillada dentro de una sola “función”.

Por otro lado, muchas veces los arqueólogos tendemos a esencializar ciertas prácticas, a interpretarlas dentro de ciertos límites y comportamientos pautados. En este sentido, a partir de nuestras observaciones, queremos resaltar la circunstancialidad que caracteriza a las prácticas. Hay momentos dentro de un mismo evento, en que el accionar de los sujetos u objetos cambia (hay ciertos momentos donde las personas están sentadas, y otros momentos en las mismas tribunas donde las personas están paradas; hay banderas que aparecen en algunos sectores del estadio en momentos específicos; momentos en que se tiran papeles y globos al campo de juego, etc.). Pensar ciertas prácticas como homogéneas, cerradas o rígidamente estandarizadas nos vela la posibilidad de reconocer diferentes situaciones o usos dentro de un mismo hecho. Debemos estar atentos a esto cuando estudiamos hechos del pasado: considerar los diferentes objetos, sus diferentes usos y los diferentes espacios que una misma práctica puede implicar. Las mismas categorías de las que creemos estar tan seguros pueden incluso no ser tan claras como las pensamos a priori (adentro/afuera, público/privado, uso práctico/uso simbólico, etc.).

Asimismo, debemos prestar especial atención a los materiales utilizados para la construcción de los espacios u objetos, ya que estos definirán la fisicalidad y, por tanto, permitirán o restringirán ciertas acciones en relación a estos. Diferentes materiales posibilitarán funcionalidades distintas, aún en el caso de ser los mismos objetos o espacios. Tal como observamos diferentes materiales utilizados para separar campo de juego de tribunas (reja/acrílico), en un caso arqueológico podría apreciarse cómo una pared robusta, ancha y realizada con piedra (utilizada para separar espacios y lugares) permitiría una propagación del sonido diferente a una realizada con adobe y de menor anchura. Así, los materiales y técnicas constructivas deben ser considerados según todo el abanico de posibilidades o prácticas que permiten o impiden.

Otra problemática sobre la cual reflexionar surge por la jerarquización de los sitios arqueológicos a partir de su tamaño, otorgándoles mayor o menor relevancia a partir de las superficies que ocupan. Nos preguntamos entonces si la importancia de un sitio sobre otro realmente depende de la cantidad de gente que podría haber albergado. En nuestro caso de estudio, pudimos observar cómo dos espacios de tamaño considerablemente diferente presentaban prácticas específicas, en algunos casos similares, en otros no tanto, pero cuya relevancia no se desprende única y directamente del tamaño y la capacidad de los edificios. Es necesario en el análisis del pasado discutir y trascender ciertas perspectivas apriorísticas que asocian linealmente determinados rasgos con determinados comportamientos.

Finalmente, nos preguntamos cómo empezar a abordar desde esta perspectiva un problema de investigación, teniendo en cuenta que estamos estudiando prácticas no guionadas, heterogéneas, con múltiples actores relevantes que toman parte en ellas. Como arqueólogos, partimos de la fisicalidad de ciertos objetos o espacios para poder entender la materialidad que pone en relación a los seres. Entendiendo, por un lado, a la fisicalidad como sus ­características más formales, sus técnicas de manufactura, etc. La materialidad de un objeto, por su parte, se constituye al relacionarse con otros seres en la práctica; existen enredos entre seres humanos y cosas, donde unos dependen de otros y viceversa (Hodder 2011). Los arqueólogos, como estudiosos de las sociedades humanas, hacemos el camino inverso: partimos de las cualidades físicas de los objetos y procedemos a re-enredarlos.

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Receção da versão original / Original version   2018 / 03 / 06 Receção da versão revista / Revised version                2018 / 08 / 24 Aceitação / Accepted      2019 / 03 / 13

Notas

[1] Agradecemos a todos aquellos que nos guiaron en el planteamiento teórico, a quienes nos ayudaron en las tareas de campo y a quienes con sus lecturas, sugerencias y comentarios contribuyeron a encaminar este trabajo: Axel Nielsen, Rodrigo Daskal, Gabriel López, José Vaquer, Marcelo Weissel, Gilmar Mascarenhas, Julio Frydenberg, Glenda, Julian Doctorovich, Christopher Gaffney. A los evaluadores, quienes con sus comentarios ayudaron a enriquecer este trabajo. No obstante, todo lo dicho aquí es absoluta responsabilidad de los autores.

[2] Como recorte para los fines de esta investigación, nos referimos al uso del estadio en un evento deportivo futbolístico (habitualmente llevados a cabo los días domingo en Argentina), sin olvidar que existen otras prácticas que involucran al estadio con incontables actantes, como el propio funcionamiento semanal del estadio donde circulan y trabajan miles de personas, eventos como conciertos de música, actos políticos, el estadio como museo donde se realizan recorridos turísticos guiados, etc.

[3] La mayoría de los estadios de fútbol argentino pertenecen a los clubes y no a las ciudades o municipios como sucede en otros lugares del mundo (Bromberger 2002; Daskal y Moreira 2017).

[4] Esto fenómeno no será tratado en especial en este estudio; para un tratamiento específico de esta temática, consultar Gil (2004, 2006) y Alabarces y Garriga Zucal (2008), entre otros.

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