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Revista Diacrítica

versão impressa ISSN 0807-8967

Diacrítica vol.29 no.2 Braga  2015

 

VÁRIA

La ciencia de la historia de Giambattista Vico: entre modernidad y antigüedad, filosofía y retórica

 

Giuseppe Ballacci*

*CEHUM, Universidade do Minho, Portugal.

gballacci@gmail.com

 

RESUMO

Situada en un momento histórico decisivo, la obra de Vico no ha dejado de sorprender por su originalidad, perspicacia, y la amplitud de su visión. Definido como ‘un Janus, que mira al mismo tiempo hacia delante y hacia atrás', este intelectual supo conciliar las enseñanzas de la antigua cultura retórica y humanística con un anhelo típicamente moderno por la (re)constitución de nuevos sistemas científicos. En particular, a Vico se le considera el primer filósofo de la historia, ya que fue el primero en combinar el estudio de ésta con el análisis filosófico, para crear una ‘nueva ciencia' de los asuntos humanos. Sin embargo, a diferencia de otros pensadores modernos, para Vico esta operación no significó reducir la historia a un proceso impersonal con una lógica ineludible, sino atribuir un sentido coherente a una amalgama indistinto de acontecimientos, a través de un ejercicio interpretativo-narrativo bajo el control crítico de la filosofía.

Palavras-chave: Vico, filosofía de la historia, retórica, humanismo, modernidad.

 

1. Introducción: Vico entre el mundo antiguo y el moderno

En la historia de la cultura occidental y especialmente de la filosofía, a Giambattista Vico (1668 – 1744) se le recuerda principalmente por haber sido el primer pensador en hacer de la historia, “como entidad independiente… completa con sus propias leyes y fases” (Vašíček, 2009, p. 35), el principal objeto de reflexión; es decir, por haber sido el primer filósofo de la historia, así como actualmente entendemos esta expresión. De hecho, si es cierto que, como apuntó Hannah Arendt (1961, p. 64), la centralidad de la idea de ‘proceso' para entender los fenómenos, tanto naturales como humanos, está ciertamente entre los elementos que diferencian más la era moderna de la antigua, entonces a Vico, con su teoría de los procesos de civilización, se le puede considerar sin lugar a dudas un pensador moderno. Sin embargo, continuando con el análisis de Arendt, también hay que considerar que la introducción de la categoría de ‘proceso' como categoría explicativa y el abordaje de la historia como un todo implicó en general un salto en dirección de la abstracción, ya que la multiplicidad de personajes y de hechos históricos, particulares, concretos, significativos por su propia excepcionalidad, que los historiadores antiguos cuidadosamente recopilaban, fue substituida por un sujeto único, inmaterial, llamado ‘humanidad', y un único movimiento de desarrollo histórico, dentro del cual exclusivamente los eventos singulares cobraban sentido. Desde este punto de vista, entonces, hay que decir que la modernidad de Vico necesita ser ampliamente matizada y ‘problematizada' (Sevilla, 1994). Porque, como veremos más detenidamente en las próximas páginas, será precisamente la necesaria unión entre la concreción de los acontecimientos y los personajes históricos particulares, revelada por lo que él llama ‘filología', y la universalidad de los “principios de la historia universal eterna” (Vico, 1990, párr. 245)[1] descubiertos por la filosofía, una de las características más sobresalientes de la Scienza nuova.

Existe también otro aspecto importante de la obra de Vico que nos advierte de su ambigua posición con relación a la categoría antiguo/moderno: el extraordinario interés que en ella se encuentra para los orígenes, tanto del pensamiento como, más ampliamente, del desarrollo histórico de las civilizaciones. Un interés por el cual muy acertadamente ha sido definido como un “filósofo del alba” (Battistini, 1998), un pensador más atraído por el “nacimiento del primer hilo de luz: el naciente pensamiento humano”, que por el “día realizado, el día pleno, todo lo que está desplegado”.[2] En este sentido, Vico se nos muestra otra vez como un pensador típicamente moderno, que comparte aquella preocupación tan típica en los albores de la modernidad con la cuestión de los fundamentos del pensamiento y la racionalidad (Said, 1975, pp. 345-350, Mooney, 1985, p. 21). Aun así, lo verdaderamente interesante es que Vico se aproximó a esta cuestión característicamente moderna con una sensibilidad antropológica que ahonda sus raíces en la tradición de la filosofía práctica antigua, y más precisamente en la retórica clásica y humanística; una tradición que estaba siendo duramente cuestionada por el vuelco racionalista que la cultura dio en aquella época.[3] Gracias a esta sensibilidad, cultivada a lo largo de toda una vida y reinterpretada de una manera originalísima, Vico pudo llegar a formular el núcleo de su filosofía de la historia, su más profunda contribución a la cultura occidental: la idea de que nuestras civilizaciones tienen sus orígenes en una sabiduría poética e imaginativa.

El objetivo de este artículo es ofrecer una lectura introductoria a la filosofía de la historia de Vico que muestra cómo, en un momento histórico en el que se estaban sentando las bases racionalistas y cientificistas de la cultura moderna, este pensador supo recuperar, reinterpretándolos, elementos centrales de una tradición cultural antigua gracias a los cuales pudo prever y esquivar algunas de las tendencias negativas que marcarán lo que sucesivamente ha sido llamada la ‘crisis de la racionalidad' moderna.[4] Con su Scienza nuova de hecho Vico logró conciliar una sensibilidad antigua con la búsqueda de la sistematización típicamente moderna, dando lugar a una ‘nueva ciencia civil' en que sentó las bases para el desarrollo de una auténtica conciencia histórica y una hermenéutica antropológica muy actual. En las páginas siguientes, más que analizar el contenido de su concepción de la historia, me dedicaré a dilucidar el particular enfoque con que Vico estudió la historia y que hizo posible estos resultados.

2. La teoría de los orígenes poéticos de las civilizaciones

El núcleo del pensamiento viquiano sobre el desarrollo de las civilizaciones estriba en la idea, formulada en la Scienza nuova, de que en los albores de la humanidad los primeros pueblos eran poseedores de una sabiduría de tipo poético (SN 34, 375). Esta idea constituye el núcleo de una teoría de la historia según la cual todas las civilizaciones pasan por determinados ciclos históricos —los ‘cursos' y ‘recursos'que se repiten. Los cursos se desarrollan en un proceso de evolución y decadencia marcado por tres épocas, cada una caracterizada por una manera específica de pensar y expresarse. A la primera fase, la que Vico llama la ‘época de los dioses', poblada por hombres ‘mudos' incapaces de comunicarse mediante un lenguaje articulado, que entendían el mundo como un ambiente constituido exclusivamente por divinidades, sigue la ‘edad de los héroes', una época en la que los hombres empezaron a generar un verdadero mundo humano, sustituyendo paulatinamente a los dioses por figuras heroicas en relatos mitológicos cada vez más articulados. Después de estas dos fases, en las que las facultades extrarracionales del ingenio y la fantasía controlaban la manera de pensar, viene la tercera y última, una edad completamente secularizada, racionalista y reflexiva, y en la cual la fuerza de las religiones y del mito prácticamente ha desaparecido y ha sido sustituida por la ciencia y la filosofía (SN31-32, 151, 173, 401, 434, etc.).

Esta división de la historia según tres fases ya nos advierte de la presencia, en el corazón de la teoría de la historia viquiana, de una visión antropológica según la cual la naturaleza humana no es una entidad que se presenta siempre igual a sí misma, sino algo en un proceso de desarrollo gradual de sus facultades. Así nos encontramos con unos primeros pueblos constituidos por hombres dotados de “raciocinio nulo, robustísimos sentidos y vigorosísima fantasía” (SN 375) que, a causa de su incapacidad de abstraerse, hacían el mundo inteligible mediante un proceso de transposición metafórico de significados guiado por la fantasía y la memoria. Por esta razón Vico sostiene que el lenguaje de estos hombres era poético, ya que era constituido por imágenes metafóricas —los ‘universales fantásticos'— en las cuales se condensaban en representaciones fantasiosas fenómenos distintos mantenidos en la memoria, cuya naturaleza común era percibida mediante el ingenio (por ejemplo Jove, como representación del temor y el respecto divino, Aquiles del coraje, Ulises de la prudencia (SN 379, 402-403). Estas representaciones fantasiosas e imaginativas constituyen los fundamentos del pensamiento que luego se articulará de manera racional. Principios que funcionan con una lógica extrarracional: la creación de relaciones inteligibles mediante mecanismos tropológicos, en que el proceso de atribución de significado ocurre sin ningún tipo de mediación racional. Son estos universales fantásticos los que, según Vico, constituyen los fundamentos no solo de la sabiduría poética y primitiva de los primeros pueblos sino también de la sabiduría racional y civilizada de la tercera época. Es en los universales fantásticos que se encuentra el germen de las civilizaciones.[5] Vico, de hecho, recupera uno de los significados originales del término ‘poesía', como derivación del termino griego poiesis, es decir actividad creadora. Para él, los primeros pueblos eran pueblos de “poetas”, en el sentido de “creadores” (SN 376): seres humanos que creaban una realidad humana dando significado al mundo a través de tropoi (figuras retóricas) originales, que son como “pequeñas fabulas”, primeras explicaciones del mundo de carácter fantasioso e imaginativo. Estos “principios fabulosos” dan origen a una sabiduría original que, a diferencia de lo que pensaban los filósofos de su época, resulta no sólo “poética”, sino también “tosca”, al ser guiada por fuerzas extrarracionales, e incapaz de producir las elaboraciones abstractas y articuladas propias de la “razón desplegada” (SN 34, 186-187, 204-10, 361, 367, 376, 400-410, 774, 819, 933-34, et al.).

En suma, para Vico, lo primeros pueblos se diferenciaban de los modernos por su forma mentis, ya que su manera de pensar (y de expresarse) era muy diferente de la nuestra actual, basada sobre todo en el uso de la racionalidad. Una manera imaginativa y fantasiosa, donde la relación con la experiencia directa, sensible, era mucho más directa e inmediata. Es por este motivo que Vico define esta sabiduría poética como “tosca”. Y sin embargo esto no quiere decir, en absoluto, que se trate de una sabiduría sin ningún fundamento, completamente fantasiosa y sin valor. Al contrario, para él es precisamente en este tipo de sabiduría primitiva que se encuentra el potencial que llevará al desarrollo de la cultura siguiente, más racional y sofisticada. Así que, como declara expresamente en la Scienza nuova, todo lo que existe en la segunda como resultado del proceso de reflexión racional ya existía en la primera como resultado de este proceso de figuración imaginativa y sensitiva (SN 363). El punto fundamental de todo esto es que, según la perspectiva viquiana para reconstruir esta mentalidad originaria, desde la mentalidad ilustrada y filosófica de los modernos, se vuelve indispensable un difícil proceso hermenéutico y de autoanálisis de las maneras en que se forma el pensamiento, mucho más complejo que lo implícito en las nuevas filosofías modernas. Porque, siguiendo este hilo argumental, resulta que en la base de nuestra cultura, del desarrollo de las civilizaciones y, por lo tanto, del pensamiento en general se encuentran las necesidades humanas más concretas, las pasiones más vivas, y las facultades extrarracionales más creativas, que los filósofos a menudo menosprecian. Y es por eso que esta sabiduría poética, aunque sea “tosca”, aunque sea producto de las elaboraciones fantasiosas de los que sienten las pasiones, no constituye un acervo de creencias ilusorias, sino las primeras, fundamentales, respuestas a las exigencias que el hombre vive en su primer contacto con el mundo; respuestas que se perfeccionarán y consolidarán en aquella sabiduría colectiva que Vico denomina “sentido común”, que se encuentra en la base de las instituciones humanas (SN 22, 141-42, et al.).

Es aquí que radica el significado político y concreto de esta poesía originaria; un significado muy diferente de lo que a partir del Romanticismo hemos aprendido a dar a la creación poética como producto de un genio individual y aislado del mundo. En el surco de la tradición romana y luego humanística, desde Cicerón hasta Brunetto Latini, Dante, y Coluccio Salutati, marcada por la idea de que la palabra poética, elocuente, es la que conduce al origen de las comunidades políticas[6], Vico descubre que en el origen de las civilizaciones y del conocimiento existe una poesía creadora[7]. En esta poesía originaria Vico incluye todos los mitos antiguos que, lejos de ser meras invenciones o supersticiones, define como “fabulas verdaderas” y “verdades civiles”: o sea, explicaciones de acontecimientos reales que, al ser las primeras interpretaciones del propio pasado, constituyen “las primeras historias de los primeros pueblos”, es decir los cimentos sobre los cuales se forma su ‘memoria', su conciencia en cuanto sujetos históricos (SN 34, 403, 198).

Ahora bien, resulta evidente que con este “descubrimiento” (SN 34) no sólo se revelaba el significado político y creativo de la poesía y de los mitos, sino que se ponía en causa el núcleo mismo de la epistemología cartesiana ¾uno de los pilares de la nueva cultura moderna— con su reivindicación de la autonomía y la supremacía de la razón. En la reconstrucción de Vico, de hecho, el pensamiento racional y científico no puede deducirse lógicamente de unos principios abstractos, no derivables y absolutos, como quería Descartes; sino que emerge de unos inicios, igualmente metafísicos y universales, pero fantasiosos e imaginativos, que derivan de necesidades concretas que se imponen a los individuos en su experiencia contingente del mundo (SN 460). El pensamiento, el lenguaje con que se expresa, y por lo tanto el conocimiento, no se presentan como un proceso uniforme de deducción lógica, sino que se desarrollan en varias fases, también todas ellas necesarias: desde un estado primariamente ‘mudo', en el que una multitud de pasiones en constante fermento es incapaz de expresarse, seguido por una fase en la que éstas encuentran expresión a través de metáforas originarias, guiadas por la fantasía y la imaginación, y finalmente por uno de un lenguaje sistematizado y racional.[8] Es esta verdad que Vico afirma no solamente contra Descartes, sino, en un sentido más amplio, contra la que define la “arrogancia de los doctos” (boria dei dotti): la errónea idea de aquellos intelectuales de sus tiempos que, reflexionando desde sus tiempos “luminosos, cultos y magníficos”, consideraban que los orígenes de las civilizaciones eran teoría abstractas y sofisticadas como las suyas (SN 59, cf. 127-128). De este modo, estos sabios desconocían las raíces concretas del pensamiento, su relación directa con las necesidades humanas más urgentes, y con las facultades creativas extrarracionales, terminando así en la que Vico llamó notoriamente la “barbarie de la reflexión”, que no es otra cosa que el empobrecimiento más extremo de una razón que se ha vuelto árida ya que ha perdido definitivamente el contacto vital con la experiencia del mundo (SN 1106).

Para extrapolar el significado de estas consideraciones al campo de la filosofía de la historia y, a través de ello, a la cuestión de la contribución viquiana al diagnóstico de la ‘crisis de la racionalidad moderna', podemos citar un fragmento de Hayden White en Metahistory, su famosa obra sobre la imaginación histórica en el siglo XIX en que se habla de Vico en estos términos:

Vico fue el único en su tiempo en percibir que el problema histórico era precisamente entender la medida en que una aprehensión del mundo puramente ‘fabulosa' o ‘mítica' podría ser adecuada, según cualquier tipo de racionalidad, como base para comprender una forma específica de vida y acción histórica. El problema, como Vico lo veía, consistía en revelar la racionalidad implícita incluso en las formas más irracionales de los imaginarios humanos, en la medida en que tales imaginarios habían realmente servido como bases para la construcción de instituciones sociales y culturales... Los Ilustrados, dado que veían la relación de la razón con la fantasía en términos de una oposición más que de una relación de una parte con el todo, eran incapaces de formular la cuestión de una manera fructífera desde el punto de vista historiográfico (1973, p. 52).

El hecho de haber recompuesto la unión entre razón y facultades creativas extrarracionales en una época en la cual ésta era seriamente cuestionada es sin duda uno de los grandes méritos de Vico y la mejor manifestación de la amplitud y la riqueza de su concepción filosófica; concepción que heredó, como veremos, de la tradición de la filosofía práctica y la retórica clásica y humanística. Y sin embargo la originalidad de este pensador no estriba solamente en su oposición a algunas tendencias culturales que se estaban asentando, sino también en el hecho de haber reinterpretado esta sabiduría antigua, con una sensibilidad moderna, con su gusto para las sistematizaciones científicas y las miradas amplias sobre los fenómenos. Es a causa de esta combinación de antiguo y moderno que Vico pudo desarrollar una filosofía de la historia, la primera en el sentido actual de la expresión, que tiene más puntos en común con las teorías hermenéuticas o antropológicas contemporáneas, y con las críticas contemporáneas del racionalismo ilustrado, que con las típicas filosofías de la historia modernas y su tendencia a reducir la historia a un proceso progresivo e impersonal con una lógica ineludible. La siguiente parte de este artículo será dedicada precisamente a mostrar cómo, bajo la superficie de la concepción viquiana de la historia, operan las enseñanzas de la retórica antigua y cómo éstas, reinterpretadas, dieron origen a una ciencia civil cuya actualidad es aún hoy sorprendente.

3. La Scienza nuova: una nueva ciencia del mundo civil, con raíces antiguas

Confirmando la aspiración a la sistematicidad y la cientificidad de la Scienza nuova, en la segunda sección del libro primero Vico procede a enumerar, según el modelo de la geometría y de las nuevas ciencias naturales, las que llama “degnità” (axiomas, o máximas), es decir los principios axiomáticos sobre los cuales se sostiene toda su análisis (SN 119).[9] Fiel al principio metodológico aristotélico según el cual las ciencias deben comenzar desde los comienzos de sus materias, Vico establece que su Scienza tendrá que empezar a reflexionar desde cuándo “los primeros hombres comenzaron humanamente a pensar, y no desde cuándo los filósofos comenzaron a reflexionar sobre las ideas humanas”, ya que “la naturaleza de las cosas no es otra cosa que su nacimiento en ciertos tiempos y en ciertas maneras” (SN 347, 147). Se encuentran en estas consideraciones las raíces de los principios hermenéuticos con los cuales pudo llegar al descubrimiento de la sabiduría poética y a la reconstrucción de una mentalidad lejana en el tiempo. Principios que le permitieron no sólo proporcionar a la historia una profundidad inédita, sino mostrarnos también las limitaciones de aquellas concepciones de la mente humana que la querían reducir a una entidad estática y definible de una vez por todas. Es en la profundidad de nuestra mente, en su indeterminación, de hecho, que en última instancia radica para Vico la profundidad de la historia; y como ésta va desarrollándose por fases y cursos de evolución y decadencia, así aquélla muestra sus potencialidades (y sus regresos) en el curso del tiempo.

Pero, en tal densa noche de tinieblas en que se esconde encubierta la primera, para nosotros lejanísima, antigüedad, aparece esta luz eterna, que nunca desaparece, de esta verdad, de que de ninguna manera se puede dudar: que este mundo civil ha sido hecho ciertamente por los hombres, por lo que se pueden y se deben hallar sus principios en las modificaciones de nuestra propia mente humana. Por lo cual, cualquiera que reflexione sobre ello debe asombrarse de que todos los filósofos intentaran seriamente conseguir la ciencia de este mundo natural, del cual, puesto que Dios lo hizo, él solo posee la ciencia; y renunciaron a meditar sobre este mundo de las naciones, o sea mundo civil, del cual, puesto que lo habían hecho los hombres, ellos mismos podían alcanzar la ciencia (SN 331).

En este celebre fragmento de la Scienza nuova, no se anuncia solo la intención de revalorizar el estudio del mundo civil respecto al ámbito natural, consecuencia del principio epistemológico verum ipsum factum, sino que también se vuelve a presentar en toda su problematicidad la cuestión de la condición humana.[10] Como era para su admirado Platón, también para Vico la sociedad es el individuo escrito en grande; con la consecuencia que para entender la historia para él es necesario partir de la comprensión del alma humana.[11] Así, por ejemplo, el paso que Vico descubre del pensamiento y el lenguaje, desde una fase muda y completamente sensitiva, sucesivamente poética imaginativa y fantasiosa, hasta un final abstracto y racional, se fundamenta en uno análogo en el alma humana por el cual “los hombres antes sienten sin advertir, luego advierten con ánimo perturbado y conmovido, finalmente reflexionan con la mente pura” (SN 218). Y, de la misma manera, el desarrollo histórico en tres fases —comienzo, desarrollo y decadencia— encuentra un correspondiente común a todos los individuos:

Los hombres primero sienten lo necesario, luego se preocupan por lo útil, sucesivamente advierten lo cómodo, más adelante se deleitan en el placer, a continuación se disuelven en el lujo, y finalmente enloquecen por apoderarse de las sustancias (SN 241).[12]

Comprender el ánimo humano para Vico no significa, así como la filosofía tradicionalmente ha hecho, intentar conocer su esencia, sino comprenderla como algo en última instancia inagotable, con una hermenéutica que revela, a través del análisis de sus obras y actos a lo largo de la historia, sus potencialidades. Es este proceso de humanización del mundo mediante el cual el hombre “de sí mismo ha hecho un mundo entero” (SN 405) el que se vuelve el principal objeto de estudio de la nueva ciencia viquiana, proceso que no es otra cosa que la historia de la humanidad.[13]

A la reducción del sujeto a una entidad abstracta y finita por parte de cierta filosofía moderna, Vico opuso una profundidad psicológica de antigua descendencia con la cual consiguió, por primera vez, atribuir al estudio de los asuntos civiles una conciencia histórica. En primer lugar, contra la teoría cartesiana, que, debido a su obsesión con la búsqueda lógica de la verdad y su menoscabo de las teorías humanísticas, era incapaz de entender el desarrollo históricos de la humanidad, sus origines míticos, y en general la complejidad de la condición humana. En segundo lugar, también contra aquellos pensadores de la teoría del contrato social, como Hobbes, o de la ley natural, como Grocio, Selden, o Pufendord, que postulando una naturaleza humana siempre igual a sí misma, obtenían la misma visión simplista de Descartes. Este tipo de planteamientos no ofrecen las herramientas hermenéuticas para penetrar en la riqueza de significados contenida en la infinita variedad de situaciones concretas, y determinada por la igualmente infinita variedad de respuestas que la creatividad humana ha dado a la exigencia de satisfacer sus necesidades, tanto materiales como espirituales. Por lo contrario, la ciencia nueva propuesta por Vico supo sacar provecho de las herramientas hermenéuticas de la retórica antigua y de la filosofía práctica, con las que consiguió entender mejor que nunca la especificidad del ámbito de la historia, liberándolo tanto de la casualidad absoluta de los epicúreos (y de su epígono, Hobbes) como del mecanicismo de los estoicos (y de su epígono, Espinoza) (SN 335, 179, et. al.). En palabras de Berlin:

La idea central en el corazón del pensamiento de Vico es que, tanto en el individuo como en la sociedad, una fase no sucede a otra de manera casual (como en el pensamiento de los epicúreos), y tampoco según una secuencia de causas mecánicas y efectos (como enseñaban los estoicos), sino como etapas en la búsqueda de un propósito inteligible: el esfuerzo del hombre de entenderse a sí mismo y a su mundo, para realizar sus capacidades en ello (2000, p. 55).

Si nos detuviéramos un instante a considerar la sensibilidad con la que Vico supo percibir la especificad del ámbito de la historia, no nos sería difícil discernir los motivos por los que se le ha considerado un precursor de la moderna diferenciación entre la Geisteswissenschaften e Naturwissenschaften y uno de los fundadores de la moderna tradición hermenéutica. Ahora bien, lo que queremos destacar aquí es cómo esta capacidad de interpretación, que Vico transformó en una originalísima filosofía de la historia, encuentra su raíz en las enseñanzas de la retórica antigua y humanística.

En la sección anterior, ya hemos visto cómo el gran ‘descubrimiento' de Vico, la teoría del origen poético de las civilizaciones, nos reconduce al corazón mismo de la retórica antigua: la idea de que es la palabra poética, elocuente, la que funda y mantiene en vida las comunidades políticas. Continuando el análisis, podemos afirmar que también los requisitos que Vico consideraba necesarios para el estudio de los acontecimientos históricos coinciden en buena medida con las facultades intelectuales y caracteriales, y el mismo tipo de formación, que para la tradición retórica eran indispensables para un buen orador y hombre político. Esto resulta evidente, en primer lugar, si nos fijamos en esta misma teoría de la sabiduría poética de los primeros pueblos. Pues el mismo hecho de remontar hasta los origines, para desde allí recorrer con la menta otra vez el camino del proceso de desarrollo, es un acto que requiere en gran parte las mismas capacidades interpretativas que la retórica consideraba indispensables para aquella identificación emotiva con el interlocutor, presupuesto de cada auténtica comunicación. Lo que la nueva ciencia viquiana cumple, de hecho, es un acto de reconstrucción, desde una época racionalista, de una mentalidad antigua y muy diferente, movida por “pasiones violentísimas” y “robustísimas fantasías” (SN 340, 34). Vico se refiere a esta tarea en un párrafo de la Scienza nuova:

Para encontrar la manera de este primero pensamiento humano en el mundo de los gentiles nos encontramos con ásperas dificultades que nos han costado veinte años de investigación y (tuvimos) que descender desde estas nuestras naturalezas humanas civilizadas hasta aquella completamente fieras y desmedidas, que nos es del todo imposible imaginar y sólo con grandes esfuerzos podemos entender (SN 338, cf. 34).

Para este dificilísimo ejercicio hermenéutico y de comprensión es sin duda necesaria la capacidad de raciocinio que tanto alaban los filósofos modernos, y sin embargo será igualmente indispensable recurrir a las misma facultades imaginativas y mnemónicas en que se distinguían los antiguos, y que, aunque permanecen vivas en esta época moderna, pierden fuerza por la hegemonía de la razón.[14] De esta manera, Vico está trazando el perfil de una ciencia basada en una concepción de la actividad reflexiva mucho más amplia que la moderna, racionalista; una en que las capacidades racionales deben siempre ir acompañadas por aquellas extrarracionales: siendo éste precisamente uno de los principios básicos de la retórica antigua, que entendía que la auténtica persuasión no sólo necesita argumentos lógicamente correctos, sino también emotivamente afinados.

Comprender los hechos históricos requiere para Vico un tipo particular de razón, que podríamos llamar ‘razón histórica' y que se diferencia en parte de aquella necesaria para las ciencias naturales. Esta razón engendra un tipo de conocimiento mediante una forma de argumentar, y de hacer inteligible los hechos, que es esencialmente narrativa. La ciencia viquiana es una ciencia que no procede con deducciones lógicas a partir de axiomas absolutos, sino que, partiendo de los origines míticos del pensamiento, reconstruye el desarrollo de los acontecimientos sucesivos dándoles un significado coherente a través de una forma que se asemeja mucho al modo de funcionar de un relato. De la misma manera que Quintiliano, uno de los autores canónicos de la tradición retórica, consideraba la narratio comoel fulcro del arte de la persuasión, Vico puso ésta en el centro de su filosofía, redescubriendo su eficacia para representar los acontecimientos distintamente humanos que componen la historia. Esta razón narrativa, así como enseñaba la retórica, se fundamenta: en la memoria, con la cual se recuerdan los eventos y los personajes del pasado, para darles nuevamente vida en el presente; en la fantasía, con la cual se les da forma, cuerpo y sensibilidad; en el ingenio con que se crean conexiones significativas entre cosas que a primera vista parecen lejanas y desconectadas; y finalmente en la razón, que controla la coherencia de los significados creados. Además, es imprescindible otra capacidad que la retórica consideraba la primera en intervenir en la creación de un discurso: la inventio, es decir, la capacidad de encontrar a través del ingenio los argumentos más significativos con los que desarrollar un discurso.[15] De esta capacidad la retórica hizo un verdadero arte —la topica (del griego topoi, o sea, lugares)— que Vico definirá como “un arte de conducir bien la primera operación de la mente, enseñando todos los lugares que hay que recorrer para conocer cuanto hay en la cosa que se quiere conocer bien, es decir, integralmente” (SN 497, cf. 498); o en la interpretación de Grassi (1992, cap. 1), la capacidad de encontrar creativamente aquellas premisas sensitivas y extrarracionales desde las cuales cualquier tipo de pensamiento, y por ende de conocimiento, debe necesariamente comenzar.[16]

La nueva ciencia imaginada por Vico, por lo tanto, es una ciencia de la historia, que hace inteligible el pasado erigiendo una especie de “teatro de la memoria” (Verene, 1987, p. 100) una reconstrucción que nos hace comprender los acontecimientos del pasado a través de una narrativa con la que los recordamos y revivimos. Es esta misma arte que, en su opinión, autentificaba la ‘cientificidad' de esta ciencia y la ‘veracidad' de su conocimiento. Como escribe en un importantísimo pasaje:

Quien medita esta Ciencia se narra a sí mismo esta historia ideal eterna, pues —habiendo sido este mundo de naciones ciertamente hecho por los hombres… y por eso debiéndose hallar el modo dentro de las modificaciones de nuestra propia mente humana— con aquella prueba ‘debió, debe, deberá', él mismo se la hace; ya que, cuando quien hace las cosas es el mismo del que las cuenta, allí la historia no puede ser más cierta (SN 349).

A pesar de teorizar una diferencia entre ciencias naturales y ciencias humanas, Vico no renuncia en absoluto a la pretensión de cientificidad para estas últimas. Aún más, según el principio del verum-factum son justo las ciencias humanas las que pueden conseguir un verdadero conocimiento, ya que el hombre sólo puede conocer realmente lo que él mismo produce: sus acciones. Entonces, ¿cómo se consigue una narración ‘verdadera'? En los comienzos de la Scienza nuova, Vico se refiere a su ciencia como a una “nueva arte crítica” en la cual:

la filosofía se pone a examinar la filología (o sea la doctrina de todas las cosas que dependen del arbitrio humano, como son todas las historias de las lenguas, de las costumbres y de los hechos tanto de paz como de guerra de los pueblos), la cual, debido a su deplorable oscuridad de motivos y la casi infinita variedad de efectos, ella tuvo casi horror de tratar; y la reduce a una forma de ciencia, descubriendo en ella el diseño de una historia ideal eterna (SN 7).

Para Vico la capacidad crítica de la filosofía es la que tiene la responsabilidad de descubrir los principios verdaderos sobre los cuales se rige el relato que esta razón narrativa crea con los sucesos históricos que la filología halla, llegando así al resultado final de una ‘historia ideal eterna'. Y aquí otra vez emergen las enseñanzas de la retórica: de hecho, detrás de la ‘nueva arte crítica' viquiana resultado de la soldadura entre filosofía y filología, se ve claramente el antiguo ideal de la unión entre filosofía y retórica, promovida desde Isócrates, Cicerón y Quintiliano, hasta los humanistas renacentistas. Un ideal de conocimiento comprensivo, en el que las competencias prácticas ofrecidas por la educación cívica de la retórica encontraban su fundamento en el saber general sobre los problemas fundamentales de la filosofía, y a su vez, esto su era confirmación concreta en el ámbito de práctica al cual la retórica preparaba. Este mismo ideal, que tendrá una gran influencia en la cultura humanística renacentista, será una vez más recuperado por Vico en su concepción de un exhaustivo ‘nuevo arte crítica', donde una filosofía que “contempla la razón, de donde viene la ciencia de lo verdadero” se complementa con una filología que “observa la autoridad del arbitrio humano” (es decir la certeza de los hechos históricos) (SN 138).[17] Ello nos demuestra la existencia en Vico de dos impulsos cruciales que él intentó, lucidamente, conjugar en su Scienza nuova: por un lado, la atención hacia los hechos concretos y la preocupación con que las verdades de los filósofos no se quedasen, por así decirlo, en el aire, y por otro lado, la exigencia de que el conocimiento histórico de la filología asuma un valor más general, a través del examen crítico y la capacidad de abstracción de la filosofía.

4. Conclusión

Cabe repetir, en conclusión, que Vico no fue un intelectual con la mente nostálgicamente dirigida hacia el pasado, incapaz de entender los desarrollos culturales más novedosos de su época. Al contrario, en él era clara la percepción de estar viviendo en una época de grandes trasformaciones en la que no cabían actitudes de este tipo, como demuestra el interés respetuoso que siempre tuvo en pensadores emblemáticamente modernos como Hobbes, Bacon, Descartes, o Espinoza, y la fascinación que los grandes descubrimientos de la nueva ciencia natural ejercieron sobre él. En particular, como hemos visto, Vico compartió aquel anhelo típico de los modernos hacia la refundación y la sistematización del saber, tanto que es probable que el adjetivo ‘nuevo'en el título de su obra maestra quisiera aludir al Novum organum de Bacon y a los Dialoghi delle scienze nuove de Galileo. Para su nueva arte crítica —unión de filosofía y filología— Vico reclamó explícitamente el título de ‘ciencia', proclamando haber llegado al descubrimiento de los principios de la ‘historia ideal eterna'. Y, sin embargo, esta aspiración a la universalidad científica se debe matizar por dos razones. En primer lugar, porque para Vico existe un abismo insuperable entre el saber absoluto accesible sólo a Dios y aquello accesible a los hombres. El famoso principio del verum-factum aplicado al ámbito de las ciencias naturales implica que entre la nueva ciencia de Vico y las de Galileo y Descartes hay una diferencia crucial, pues aquel principio sanciona la imposibilidad para la mente humana de alcanzar un conocimiento absoluto sobre las cosas que no son producto de nuestras acciones. Y, en segundo lugar, porqué sí por un lado el mismo principio aplicado al ámbito de los asuntos humanos implica la posibilidad de una auténtica ‘ciencia' civil; por el otro, esto va entendido junto con la diferencia que Vico establece entre genitum —lo que es dado al hombre en cuanto producto de la creación divina— y creatum —el producto de la creación humana. Lo que el hombre puede conocer, siempre retrospectivamente, es el significado de sus acciones, pero no el significado último de la historia, que para Vico es fruto de la Divina Providencia (Voegelin, 1998, pp. 96-102). De este modo, su filosofía resulta indemne ante la tentación en la que cayeron muchos filósofos modernos al considerarse poseedores de la llave del misterio de la historia. En este sentido, la teoría de los corsi e ricorsi debe ser entendida como la comprensión de una regularidad histórica, más que como la afirmación de una necesidad histórica (Mazzotta, 1999, p. 219). Se evita así la necesidad de las ‘leyes de hierro' de las filosofías de la historia modernas y, al mismo tiempo, con la posibilidad de un nuevo ricorso se abre el espacio para la libertad humana. Esto debería aclarar porqué, a la luz de los desarrollos culturales sucesivos, la denuncia viquiana contra la ‘barbarie de la reflexión', su preocupación para evidenciar los límites de la mente humana, debe considerarse, junto con su descripción de la riqueza de sus capacidades, uno de los legados más importantes de Vico.

 

Referências

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[Submetido em 30 de maio de 2015 e aceite para publicação em 20 de julho de 2015]

 

Notas

[1]De aquí en adelante las citas a la Scienza nuova de Vico (versión de 1744) se referirán entre paréntesis, con la abreviatura SN y el número del párrafo correspondiente. Para la traducción al español me he apoyado en la edición Tecnos de la Ciencia nueva traducida por Roció de la Villa (Vico, 1995).

[2]Capograssi citado por Battistini (1998, p. 284). Como dice Vico “las tinieblas... son la materia de esta Ciencia, incierta, informe, oscura...” (SN 41).

[3]Vico desarrolló una carrera académica como profesor de retórica en la Universidad de Nápoles; una cátedra que obtuvo presentando una disertación sobre una de las obras fundamentales de esta disciplina: la Institutio oratoria de Quintiliano. La influencia de la tradición retórica, y más en general de la filosofía práctica antigua (de la que la retórica forma parte), estuvo presente constantemente a lo largo de todo el recorrido intelectual de Vico (Grassi, 1980 y 1992, Garin, 1979, Battistini, 1975 y 1995, Mooney, 1985).

[4]Como escribió Eric Voegelin (1998, p. 102), en un breve pero incisivo estudio sobre Vico publi- cado póstumamente, “Vico se encontró en oposición a la Edad de la Ilustración y de la Razón, cuando ésta había apenas comenzado su curso. Esto fue tal vez una ventaja porque las causas de un desastre intelectual se pueden discernir con más claridad antes de que se apaguen por el nivel de crecimiento de sus efectos. El enemigo era todavía claramente reconocible, y el ataque de Vico posee una simplicidad enorme”. El primer estudioso en proponer a Vico (y más en general el movimiento del humanismo renacentista) como el inicio, frustrado, de una época moderna diferentemente concebida fue Ernesto Grassi, en un ensayo del 1940 titulado Der Beginn des modernen Denkens. Von der Leidenschaft und der Erfahrung des Ursprünglichen, que se tradujo recientemente al español (Grassi 2001-2002).

[5]Entre las interpretaciones más interesantes de la sabiduría poética hay que mencionar las de Ernesto Grassi, Donald P. Verene y Isaiah Berlin. Para Grassi, ésta representa el corazón de la crítica viquiana a la epistemología racionalista de matriz moderna, ya que revela como a raíz del pensamiento racional existe una lógica poética, fantasiosa y sensitiva (1992, pp. 54 y ss.). En una línea parecida, Verene sostuvo que Vico descubrió por primera vez la importancia desde el punto de vista epistemológico de los mecanismos metafóricos y de las facultades de la fantasía y la memoria (1987, pp. 33-35, 67-69). Berlin, por último, recalcó la importancia como principio hermenéutico de esta teoría viquiana, encontrando en ella un importante punto de apoyo para su nota teoría sobre el pluralismo político (2000, pp. 62-76).

[6]Grassi (1980, pp. 6, 8-10, 91-92), considera esta idea viquiana uno de los ejemplos de las fuertes continuidades entre esta tradición romana y luego humanística y Vico. Recordamos por ejem- plo, que en el De inventione Cicerón ensalzaba la elocuencia como la grande fuerza capaz de sacar a los hombres de su estado de naturaleza y constituirlos en una comunidad política; o la idea del trabajo y de la palabra como fundación de la política en Brunetto Latini, o del poeta- orador político en Dante, o finalmente la relación entre poesía y política en Coluccio Salutati. Cicerón, y luego Leonardo Bruni, consideraban que la definición de la esencia de una cosa (res) no parte de una idea abstracta, sino de su uso concreto (usus).

[7]Las funciones de esta poesía para Vico son: “hallar fábulas sublimes conformes al entendi- miento popular, y que ella mueva el ánimo lo máximo posible, para obtener el fin que se ha propuesto, enseñar al vulgo a operar virtuosamente” (SN 376). Estas funciones reflejan las que la retórica clásica atribuía a la elocuencia: segundo Cicerón, docere, conciliare, movere.

[8]Así, Vico reconstruye el significado de la expresión ‘lógica' escribiendo: “Lógica proviene de logos, que primero y propiamente significó ‘fábula', que pasó al italiano como favella (lengua). La fábula griega se llama también muthos, de donde procede el mutus latino, fábula que era mental en los tiempos mudos, la cual, según Strabón, existió antes que la lengua articulada o vocal. De ahí que logos signifique ‘idea' y ‘palabra'” (SN 401).

[9]Sin embargo hay que recordar, con Battistini (1997, p. 43), que para explicar la función de las ‘degnità' en su teoría, Vico recurre a una analogía organicista comparándola a la función de la sangre en el cuerpo humano; analogía que pone de manifiesto la diferencia con los axiomas estáticos y metafísicos de las ciencias abstractas (SN 119).

[10]Según este notorio principio, que Vico introduce en su obra De antiquissima italorum sapientia (1710), para los hombres lo ‘verdadero' coincide con lo que ellos han ‘hecho'. Es decir, para el hombre la categoría de ‘verdadero' es aplicable solo para las cosas que él mismo ha pro- ducido, sus acciones, ya que la naturaleza, que es producto de Dios, no puede ser conocida como ‘verdadera'. Este principio deriva del presupuesto aristotélico según el cual conocer algo significa remontar sus causas, que implica que sólo quién hace algo puede conocer realmente sus motivos y por ello la naturaleza de lo que ha sido hecho. Este principio Vico lo recuperó y reinterpretó, en contraposición al cogito ergo sum cartesiano, hasta transformarlo en uno de los pilares epistemológicos de su teoría..

[11] “...en el mundo de los ánimos humanos, que es el mundo civil, o sea el mundo de las naciones” (SN 2).

[12]Siempre según la analogía entre el desarrollo de las civilizaciones y él de los individuos, Vico define los primeros pueblos como los “niños del género humano” (SN 498). Sobre esta analogía entre individuo y sociedad, véase también los párrafos: 186-187, 206, 211-212, 231-232, 375.

[13]Como escribió Isaiah Berlin (2000, pp. 8-9), Vico mostró que: “la naturaleza del hombre no es, como se ha pensado durante mucho tiempo, algo estático e inalterable o incluso inalterado; que tampoco es tanto que ella contenga un núcleo central o una esencia, que permanece idéntica en el cambio; que los propios esfuerzos de los hombres de entender el mundo en el que se encuentran y de adaptarlo a sus necesidades, físicas y espirituales, transforman continuamente sus mundos y ellos mismos.”

[14]Sobre este importante punto de la teoría viquiana existe un cierto debate entre los estudiosos. Si, como hemos visto, estudiosos como Verene, Berlin, y Grassi, recalcan el papel fundamental que para Vico tiene la imaginación y la fantasía en la creación del conocimiento histórico, en particular en la reconstrucción de la mentalidad antigua poética; otros, como Leon Pompa (1990), sostienen que aunque la imaginación es ciertamente importante, para Vico el verdadero conocimiento sería posible solo gracias a la contribución fundamental de la actividad racional. De hecho, en los párrafos 34 y 338 Vico habla de una “imposibilidad” para los contemporáneos, marcados por una mentalidad racional, de pensar de una manera completamente imaginativa y fantasiosa así como lo hacían los primeros pueblos. La cuestión es naturalmente muy com- pleja. Será suficiente señalar, en sintonía con los tres primeros estudiosos mencionados, que la función de la imaginación y la fantasía para Vico viene antes de la sistematización racional, asumiendo de esta manera una función crucial.

[15]Es ciertamente plausible que no sea casual, como ha sugerido Battistini (1998, pp. 284-85), que en la famosa frase “... por lo que se puede y se debe encontrar sus principios dentro de las modificaciones de nuestra mente humana” (SN 331) en que se enuncia el principio por el cual para investigar la historia es necesario investigar las “modificaciones de la mente humana”, Vico elija la palabra “encontrar” por su conexión semántica con la palabra inventio (re-invenire, es decir re-encontrar).

[16]Uno de los mayores deméritos del método cartesiano, según Vico, estriba en su desinterés para el arte tópica. Puesto que toda la atención se concentra en el proceso de deducción de con- clusiones verdaderas desde premisas dadas axiomáticamente, la búsqueda creativa de aquellas premisas es sistemáticamente olvidada.

[17]Recuperando este antiguo ideal, Vico escribe que “este mismo axioma [la degnità enunciada en el párrafo 138, NdA] demuestra haber fallado por mitad los filósofos a no dar certeza a sus razonamientos con la autoridad de los filólogos y, de la misma manera, por otra mitad los filólogos que no se curaron de dar a su autoridad la sanción de la verdad con el razonamiento de los filósofos; que se lo hubieran hecho, hubieran sido más útiles a las republicas y se habrían anticipado a nosotros al meditar esta Ciencia” (SN 140).

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